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  1. Siempre el artista será una piedra en el zapato de cualquier sistema


    Frank Castell (Las Tunas, Cuba, 1976). Poeta y narrador. Tiene publicados los libros El suave ruido de las sombras (Poesía, 2000), Confesiones a la eternidad (Poesía, 2002), Corazón de Barco (Poesía, 2006), Final del Día (Poesía, 2012), Salmos oscuros (Poesía, 2013), Fragmentos de Isla (Poesía, 2015), El solitario oficio de la resistencia (Poesía, 2018) y Como un país desierto (Poesía, 2019). La maquinaria es su primera novela.

    Para celebrar la publicación en nuestra colección Caribdis, de narrativa, de su novela La maquinaria, conversamos con este autor, en un intercambio que enlazó  a Berlín con Puerto Padre, ciudad del oriente cubano donde vive actualmente.

    –***–

    Si tuvieras que explicar a un hipotético lector qué encontrará en La maquinaria, con la intención de motivarlo a que lea el libro, ¿qué le diría?

    La maquinaria es la historia de dos jóvenes, Manuel y Beny, quienes, tras ser detenidos por la policía, son obligados bajo la más grotesca, humillante y ridícula presión, a informar de manera sistemática todo cuanto se hablara en tertulias y encuentros. Ya dentro de la maquinaria, se percatan de la podredumbre y el horror. Intentan salir. Pero, la maquinaria no perdona.

     

    Los personajes parecen estar condenados al fracaso, a la inexistencia de la esperanza… ¿de dónde nace ese pesimismo en una sociedad que, cuentan ciertas miradas, se ríe hasta de su propia desgracia?

    Siempre el artista será una piedra en el zapato de cualquier sistema. Los personajes parecen estar condenados al fracaso porque un sistema está dotado de herramientas para destrozar ideologías, fracturar movimientos culturales o de pensamiento. Puede, incluso, quebrantar la fe de quien no esté firme. El arte es un reflejo de lo que nos rodea. Veo mucho temor en las personas, mucha incertidumbre. Sin embargo, ahí está la voz del artista para quitar la venda que está ahí, en millones de ojos. No es difícil saber las consecuencias de abrir senderos en medio de tanta maleza. Cada país es un infierno si no entendemos sus códigos, sus puntos débiles, sus límites. Cuando escribo, me embarga una tristeza infinita. Me es imposible escribir sobre una felicidad que bien sabemos no está en ningún sistema de hombres porque de más está decir lo que encierra el corazón humano. Imagínate una isla llena de contradicciones, de gente buena y gente abominable, con tantas trabas que nos condenan a la escasez, a la burla, a mirar a nuestros amigos vivir plenamente en otros países, y que luego te hablan como a un desamparado tercermundista. Continuar leyendo «Siempre el artista será una piedra en el zapato de cualquier sistema»

  2. La escritora Mercedes Senet presenta su libro en Alicante


    Ilíada Ediciones se complace en anunciar la presentación Premiere del libro de cuentos para niños «8 cuentos para soñar despiertos«, de la escritora española Mercedes Senent, ilustrado magistralmente por el reconocido artista Francesc Rovira. Con un presentador de lujo: el escritor cubano Antonio Álvarez Gil, un verdadero clásico de la narrativa cubana. Y… obviamente, como se impone en estos tiempos, todo con las medidas de higiene anti-covid: distancia de seguridad, gel hidroalcoholico y mascarilla. Este miércoles 7 de octubre. ¡¡¡No se lo pierdan!!!

  3. Presentación Premiere en Berlín de «Fe de erratas. Ocho cuentos para remendar la vida»


    Este jueves 17 de septiembre de 2020, en el Centro Cultural Librería Andenbuch, en Berlín, Ilíada Ediciones presentó el libro de cuentos «Fe de erratas (Ocho cuentos para remendar la vida)«, del periodista y escritor venezolano Johan Ramírez. Como dijera el también escritor, periodista y editor Amir Valle en las palabras de presentación: «hace muchos años, gracias  a un hombre inolvidable, el ensayista y crítico cubano Salvador Redonet, aprendí que uno de los privilegios  que nos ofrece la profesión de escritor es descubrir nuevos talentos. Eso me sucedió con mi colega Johan Ramírez y hoy siento mucho orgullo de poder presentarles su primer libro como escritor».

    Aquí presentamos a los seguidores de Ilíada Ediciones y al público en general algunas imágenes de esa presentación.

  4. Mediterráneo

    Capítulo 1

    En comparación con Nóvgorod, importante ciudad del norte ruso de historia milenaria, Konsk era un pueblo de apenas cinco mil habitantes, un rincón insignificante y sin rostro propio. Era uno más en la pléyade de pequeños poblados de la misma índole, esparcidos por el gran territorio de la provincia norteña. Konsk no se encontraba tan lejos de Nóvgorod, pero pertenecía a otro mundo habitable, un mundo gris e infortunado. A pesar de su apariencia caótica, tenía una iglesia y una calle principal, en la que se situaban los edificios más importantes: el ayuntamiento, el dispensario, la escuela y el centro comercial, en cuyo interior había una tienda de ropa, un restaurante y un mercado de productos comestibles, bajo el nombre «Primavera».

    A pesar de la hora, porque eran ya casi las nueve de la noche, en la «Primavera» había cola. En la única caja del establecimiento estaba sentada Larisa, una mujer de unos cuarenta años, rubia y bien parecida. Se sentía agotada. Hoy le tocó el turno doble, y ¿quién podría soportar catorce horas trabajando en una caja? Pero ¿qué iba hacer? Necesitaba dinero. La semana anterior, por la tienda pasó su amiga Zinaída ─más conocida por su apodo de Zinka─ para decirle que estaban vendiendo a buen precio billetes para un viaje a Turquía, a una playa, y le propuso aprovechar la oportunidad e ir juntas de vacaciones. Larisa le contestó a su amiga que estaba loca; ¿de dónde iban a sacar tanto dinero? Barato o no, para ella pagar un viaje al extranjero representaba un dineral. El sueldo le alcanzaba apenas para comer y pagar los servicios comunales. Bobadas, dijo Zinka, el problema se resolvía pidiendo un préstamo bancario, que se pagaría poco a poco. Ya había averiguado que en seis meses se verían libres de deudas. Con muchas dudas, Larisa aceptó la proposición de su amiga, y ahora su estado de ánimo oscilaba entre el arrepentimiento y la expectación.

    De pronto, frente a ella surgió la figura de Zinka, con una modesta compra en la cesta: un paquete de coditos, una lata de puré de tomate y un pan.

    ─¿Todavía estás aquí?

    ─Qué remedio… ─respondió Larisa con voz cansada─. Tengo que ganar algo extra para el viaje. Estoy trabajando desde las ocho. La suerte es que Boris me mandó a trabajar un rato en el almacén. Él mismo cogió mi puesto en la caja. Es que esta silla me mata; cojo un dolor de espalda…

    ─El dolor se te va a quitar en la playa, tumbada en la arena y tomando el sol. ¡Qué ganas tengo de sentarme ya en el avión! Apenas aguanto la espera.

    ─¡Oigan! ─se oyó de pronto una voz irritada desde la cola. ¡Terminen el debate, por favor! ¡Qué manera de conversar en la caja!

    ─No te pongas así, querida, ya terminamos; ten un poco de paciencia ─contestó Zinka a la protestona y metió la compra en una bolsa. Después, dirigiéndose a Larisa, añadió─: Mañana nos vemos, pasaré por tu casa.

    Por suerte, al día siguiente le tocó trabajar menos, hasta las cuatro de la tarde. Ataviada con un viejo pantalón deportivo y una camiseta, estaba pasando la aspiradora cuando sonó el timbre de la puerta. Larisa apagó el equipo y fue a abrir. En el umbral estaba su amiga, con una sonrisa de oreja a oreja. En una mano llevaba un sobre grande.

    ─¡Ya los tengo! Con el seguro y todo. ─Después cambió de expresión y preguntó con voz preocupada─: ¿Le pediste las vacaciones a tu jefe?

    ─Claro, fue lo primero que hice.

    Una vez dentro del salón, Zinka se sentó en una butaca, cruzó las piernas y se echó para atrás.

    ─Deja esa mierda ─dijo─, terminas después, cuando me vaya. Vamos a planificar el viaje.

    Larisa, que nunca había ido al extranjero, de pronto se acordó de las formalidades que le parecía debían hacerse:

    ─¡Yo no tengo pasaporte para salir del país!

    ─En la oficina de la policía te lo hacen en tres días. Necesitas dos fotos.

    ─¿Y las visas? ¡No las hemos sacado!

    ─Cariño, bájate de la luna. Hace años que los turcos suprimieron las visas a los rusos. ─Y con expresión juguetona le dio su propia explicación al fenómeno─: Es que nosotras, las mujeres rusas, les gustamos mucho a los turcos, y ellos no quieren poner trabas a nuestros viajes, ¡ja, ja, ja! Se vuelven locos cuando nos ven. Bueno, ya lo verás tú misma.

    Larisa la escuchaba con dudas. En su pueblo vivía alguna gente del Cáucaso, y aquellos hombres, morenos y fogosos de temperamento, tenían fama de atrevidos e insolentes en su trato con las mujeres de origen eslavo, a las que consideraban ligeras de cascos; se metían con cualquier rubia que le pasara por el lado.

    ─Tú sabes que yo no ando con los culinegros.

    Así, con ese sabor local, los lugareños llamaban a todos aquellos que venían de las repúblicas del sur de la ex Unión Soviética. A esa categoría pertenecían los hombres del Cáucaso y del Asia Central. En los años noventa, cuando la vida en aquellos lugares se hizo insoportable, los refugiados empezaron a invadir el gran territorio ruso, y alcanzaron, incluso, el norte del país, tan alejado de los conflictos bélicos. La gente huía de la guerra en Chechenia, del desempleo en los territorios transcaucásicos y, sobre todo, de la extrema pobreza en los nuevos estados del Asia Central. Venía en busca de trabajo y de paz. Porque en Rusia, a pesar de los grandísimos problemas, había trabajo. Muchas veces trabajo mal pagado, trabajo pesado o ilegal, pero en definitiva, un empleo por el que se recibía un jornal.

    Hacía tiempo que la guerra en el Cáucaso había terminado, pero los chechenos se quedaron; ya habían echado raíces en las nuevas tierras. Muchos de ellos tenían negocios propios, como tiendas o gasolineras; algunas empresas servían de tapadera para la venta de drogas. La mafia chechena había expandido sus tentáculos hasta los poblados más pequeños del norte. Había mujeres que se enredaban con los extraños, sobre todo si esos tenían dinero. Pero el norte, muy arraigado en sus costumbres, tenía normas muy estrictas. Las que andaban con los culinegros cogían mala fama. Y la fama es algo muy difícil de borrar.

    Zinka no era ninguna tonta y también conocía las leyes no escritas. Aunque tenía su opinión al respecto:

    ─Boba, allí nadie te verá. Y los turcos no son como los chechenos. También son musulmanes, es verdad, pero son muy amables con las turistas rusas. Las llaman Natashas. Allí todas las rusas son Natashas. Cuando vas por la calle, a cada rato oyes que te llaman así. Y en las tiendas, igual, ¡je, je! Y sabes, lo mejor que tienen los turcos, a diferencia de los rusos, es que no beben alcohol. El Corán lo prohíbe.

    Que la población masculina de su país estaba infectada, en su gran parte, por el alcoholismo, en eso Larisa coincidía plenamente con su amiga. Tenía experiencias amargas al respecto. Sergey, su último boyfriend, por llamarlo de algún modo, además de que la palabrita estaba de moda, siempre andaba bebido. A veces le daba asco meterlo en su cama, pero cuando estaba sobrio no la visitaba, se quedaba con su mujer en casa, el muy cabrón. «¡Maldito sea! ―pensó con amargura―. Me ha desgraciado la vida con tantas promesas sin cumplir. Y yo, como una estúpida, esperándolo diez años… ¡Tanto tiempo perdido! Y sí, como dice Zinka, hay que disfrutar la vida. Ya tengo los cuarenta cumplidos, ¿y qué? No he visto nada, no he estado en ninguna parte y tampoco he logrado formar una familia. Así que no voy a ser tonta y aprovecharé la oportunidad».

    ─Con la ropa que tengo ─dijo al fin─ no creo que sea capaz de impresionar a ningún turco. Asómate a mi armario: me da asco.

    ─No te preocupes, allí nos compraremos algo. En los mercadillos venden muchísimas cosas baratas. Y no seas  tan modesta, con lo guapa que eres. Ojalá tuviera yo tu cuerpo, pareces una muchacha.

    ─A diferencia de ti, nunca he parido. Aunque a estas alturas preferiría ser gorda, pero tener un niño, como tú: estás divorciada, pero te ha quedado una hija. Tienes familia. Sin embargo, yo…

    ─Te vamos a buscar un turco bien guapo y a casarte con él. ─Zinka estalló de risa─. En serio, ¿quién sabe qué puede pasar en una semana?

     

    Al llegar el día señalado, las dos mujeres, cada una con su maleta, se presentaron en Púlkovo, el aeropuerto internacional de San Petersburgo. Casi no habían dormido, pues tenían que tomar el avión temprano por la mañana. Atrás quedó un viaje largo y agotador: cuatro horas en la carretera en un incómodo autobús. Y la suerte fue que el tío de Zinka las acercó en su coche hasta Nóvgorod, donde tomaron aquel viejo artefacto con asientos duros.

    Era la primera vez que Larisa estaba en Púlkovo. Y se sentía impresionada. Según los comentarios oídos años atrás, la terminal debería ser pequeña y vieja, pero la realidad era otra. El vehículo se detuvo frente a un edificio enorme, con paredes acristaladas y techo muy moderno. Larisa se sintió pequeña e insignificante, pero a la vez muy excitada. Era la primera ocasión en su vida que iba a entrar en un aeropuerto tan grande para tomar un vuelo internacional. Al mismo tiempo sentía pena por no poder salir a la ciudad; llevaba años sin visitar San Petersburgo y, claro, le habría gustado dar una vuelta por sus bellas calles, entrar en sus lujosos centros comerciales y sentir el pulso de la urbe. Pero sabía que eso sería imposible por falta de tiempo.

    Al poco rato facturaron el equipaje y pasaron los controles. Las dos estaban hambrientas tras el largo viaje. La suerte fue que llevaban unos bocadillos, de otra manera se hubieran quedado sin comer: los precios en las lujosas cafeterías y restaurantes eran tan altos que mordían. Para acortar el tiempo de espera, Larisa y Zinka decidieron dar una vuelta por los grandes salones de la terminal. A Larisa le daba miedo entrar en las tiendas de marca, creía que las dependientas enseguida descubrirían su insolvencia; pero su amiga tenía otros criterios y poca vergüenza, por eso no se perdía ni un solo establecimiento que vendiera algo. No compraron nada, pero Zinka se divirtió mirando ropas, zapatos y carísimas carteras.

    Al fin, las llamaron a embarcar. El interior del avión también impresionó a Larisa, que nunca había puesto un pie en ninguno parecido. El espacioso salón, las cómodas butacas, las azafatas con sus trajes elegantes, todo aquello era tan bonito y diferente que ella pensó que valía la pena endeudarse para vivir un momento tan especial. Y solo era el comienzo de la aventura.

  5. Alguien se podría escandalizar si digo que en un bombardeo hay belleza

    Bernardo Javier Castro Reyes. 24 de noviembre de 1975, Puerto Padre, Oriente, Cuba. Poeta, narrador y artista del performance. Primera Mención en Cuento Concurso Tomasa Varona, 2004. Mención Poesía Portus Patris 2005. Premio III Salón de Arte Erótico UNEAC-Las Tunas 2009, Performance “Reservado de Manuela”. Fue miembro del Taller Literario “El Cucalambé”. Productor Teatral de los Grupos Huellas, Kaos Teatro, Total Teatro. Especialista de Promoción Teatral, Consejo Provincial de las Artes Escénicas, Las Tunas. Promotor Cultural Dirección Municipal de Cultura, Las Tunas. Publicó por Ediciones Santiago Cuentos Cínicos, 2018. Textos suyos aparecen en las publicaciones del Frente de Afirmación Hispanista, Ciudad de México. Ilíada Ediciones acaba de editar su poemario Miscelánea.

    PUEDE ADQUIRIR EL LIBRO EN AMAZON, AQUÍ:

    Desde Estados Unidos y América Latina: Miscelánea, Ilíada Ediciones, 2020

    Desde España para Europa: Miscelánea, Ilíada Ediciones, 2020

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    Tengo la suerte de contar con amigos de todos los estratos sociales, en su mayoría artistas y escritores, personas difíciles, rebeldes por naturaleza, contestatarios, disidentes, pasan por casa a degustar un café, una conversación, en busca, no de El Tiempo perdido, sí de un buen libro, información, un empujoncito con editoriales, revistas fuera de Cuba que les permita entrar por la puerta del ciberespacio y los dé a conocer más allá de la maldita circunstancia del agua por todas partes, y escapar del diabólico absurdo que es esta Isla donde Kafka viviría a gusto. Ahora me dispongo a entablar una charla con Bernardo Castro, poeta transgresor, que enhorabuena lo diga, tiene un libro asomándose ahora mismo a la vida, a las puertas del mundo en todas las plataformas de Amazon, Miscelánea, Ilíada Ediciones, 2020.

    Vives en una aldea, Las Tunas, tierra de escritores como El Cucalambé, Gilberto E. Rodríguez, Guillermo Vidal, Ramiro Duarte, Lucy Araújo, María Liliana Celorrio, Alberto Garrido, Carlos Esquivel, Ana Rosa Díaz, Nuvia Estévez, José Alberto Velázquez, Frank Castell, y David Montero, por solo citar, quienes son para mi criterio, los más sobresalientes dentro de las letras tuneras y más allá, ¿cómo has hecho para salir y escapar del cerco político-cultural que en lugares como este ahogan a los artista y escritores noveles y disconformes, haciéndolos invisibles?

    Siendo honesto conmigo mismo. Trato de no desesperarme. La libertad de expresión y de conciencia, dos joyas que todo artista debiera defender contra la borrasca.

     

    ¿La poesía nace o se busca?

    La Poesía es La Naturaleza. Yo me defino un turista del arrobamiento, nada más.

     

    ¿Para ti cuál es la misión de la literatura?

    Interesante pregunta que debe tener miles de respuestas. Es un arte subjetivo que raya con lo onírico. No me atrevo a definir esa misión. En mi caso, le ha dado un sentido a mi existencia. De no seducirme la poesía no sé, a estas alturas, dónde hubiera parado.

     

    Eres un promotor cultural, y llevas muchos años dedicándoselos al mundo de las tablas, ¿qué significado tiene para ti el teatro?

    Un refugio para la subsistencia y dos o tres buenos chistes.

     

    Háblame de las personas que han tomado relevancia en tu vida para iluminar tu estadía en la tierra.

    La bondad de mis padres, su entrega, su admirable sacrificio. Fue una generación verdaderamente heroica, crucificada en la historia de este país. La espiritualidad del Yoga, benditos sus maestros de oriente y occidente, que durante siglos, nos han transmitido estas enseñanzas, generación a generación. La Orden Rosacruz, definitivamente mi casa espiritual, mi fraternidad. Las enseñanzas de Yogananda, ese impresionante hombre de la India y las de Deepak Chopra, un sabio cálido, cercano. Los grandes poetas de mi vida, dondequiera que estén.

     

    ¿Qué significado tiene la reencarnación en tu día a día?

    Tomar conciencia de mi propósito en la vida, del don que el Altísimo me ha dado, y ponerlo al servicio de los demás.

     

    Eres uno de esos escritores que han sido marginados y relegados en tu ciudad, ¿eso afecta tu escritura, los sueños de contar tus dudas e inquietudes, y ver algún día tus libros publicados y puestos en los anaqueles de las librerías?

    Habría que hablar del Desapego, pero no me voy a meter en aguas profundas. Esta debe ser una entrevista fluida y sonriente, a pesar de los pesares. Ningún reto es fácil. En la creación literaria lo único importante es encontrar tu voz interior, para eso hay aliados que te ayudan; El Cine, La Buena Música, Los Escritores Ejemplares, y las pruebas y satisfacciones de tu vida, que nadie puede vivir por ti. El “mundillo” es para trascenderlo y buscar tu propio sendero. La Verdad está en todas partes.

     

    Acabas de publicar un libro de poesía en Alemania y en español. ¿Qué significa tener en Amazon a disposición de los lectores, tus poemas recogidos en un primer libro de poesía y fuera de Cuba?    

    Una acción de gracias. Un compromiso. Nada es casual.

     

    ¿La poesía y la vida marchan a un mismo ritmo?

    Obligatoriamente, si no todo es una farsa. El turista del arrobamiento sólo tiene ojos para la Belleza, y la Belleza, querido amigo, es La Verdad. Alguien se podría escandalizar si digo que en un bombardeo hay belleza. O en una pandemia. O en un campo agrietado por la sequía, donde ni las aves carroñeras se posan. Pero ahí también el espíritu libre filtra las enseñanzas y descubre lo temporal, el alma errante, la ilusión que nos anima.

     

    La Paliza, ¿qué significó ese grupo cultural en tu vida como artista, y quiénes fueron sus integrantes?

    Vaya, vaya, pregunta necesaria. Pues mira, fue más que todo, una intención de ser diferentes en medio de la mediocridad y la ignorancia, por no decir en medio de la vulgaridad. Pero se puede pensar que estoy siendo arrogante. Imagina a unos muchachos contaminados por el rocanrol y la poesía de Whitman, incondicionales a The Rolling Stones y a Tagore y al  cine independiente, que se pusieron un buen día a pintar, a escribir, a tocar instrumentos musicales para entenderse, para superar El Absurdo…. Sin otro ánimo que ser ellos mismos, estirando la sábana hasta donde diera, frase bien cubana para hablar claro.  Fue el momento liberal de la primera juventud, para mí un impulso a la madurez. Sus principales integrantes fueron: David Montero, poeta y artista visual. Ricardo Salgado, escritor y artista visual. Leonardo Maure, pintor. Lo de la música (es mi criterio) siempre fue el divertimento donde brotaban las ideas performáticas, además.

     

    ¿Para escribir un poema esperas la inspiración, sentir un estado de gracia, o eres de los que se sientan a escribir todos los días y sale el poema? ¿Cómo es tu proceso de creación?

    El poema ya está escrito en la naturaleza. Uno simplemente traduce mediante el estado de ánimo y el clima de la circunstancia.  El miedo a la página en blanco, es para los que no han entendido absolutamente nada. Quizás el mejor texto sea (precisamente) esa página en blanco.

     

    ¿Qué le dirías sobre tu poesía a un posible lector de Miscelánea, Ilíada Ediciones, Berlín, 2020?

    Gracias por su tiempo querido lector. Un placer poder comunicarme con usted. Gracias a Ilíada Ediciones, a ti Rafael Vilches Proenza, por ser la vía, a Amir Valle por permitirlo, capitán de este barco, en este apurado testimonio de una vida mucho más compleja y deliciosa. Gracias. Espero que les hablen a sus amigos de mí y que tengan una bella existencia en Miscelánea. Siempre viene bien tener un libro a mano. Alguien dijo: La Libertad lo es Todo, El Resto es Amor.

     

    Para concluir y terminarnos un último vaso de vino y una tacita de café, háblame qué es para ti el Amor y dime de los planes futuros.

    Entre otras cosas bellas y sublimes, el Amor es hacer el Bien sin mirar a Quién. El futuro es el presente, y en el presente: un turista del arrobamiento. Lo demás vendrá por añadidura.

     

    Gracias Bernardo, ahora mientras los lectores van detrás de tu libro Misceláneas, Ilíada Ediciones 2020, disfrutemos del vino y el café.

    Rafael Vilches Proenza, Las Tunas, Cuba, agosto de 2020

     

     

  6. Soy o creo ser una persona sincera hasta extremos a veces antisociales o peligrosos


    Marco Tulio Aguilera Garramuño (Bogotá, 1949) Autor de las novelas El amor y la muerte (Alfaguara), Los placeres perdidosLas noches de Ventura/ Buenabestia (Planeta, México, Plaza y Janés, Colombia, La hermosa vida (CONACULTA, México), La pequeña maestra de violín (Universidad de Puebla), Mujeres amadas (Universidad Veracruzana), Agua clara en el Alto Amazonas, Historia de todas las cosas, La insaciabilidad.… Ha publicado, además, los libros de relatos Cuentos para ANTES de hacer el amor(Plaza y Janés, Colombia; Educación y Cultura, México), Cuentos para DESPUÉS de hacer el amor (Plaza y Janés, Colombia; Punto de Lectura, México y España), El pollo que no quiso ser gallo (Alfaguara infantil, México y Colombia), entre otros. Formas de luz. El sentido de la melancolía acaba de aparecer, en su segunda edición, en Iliada Ediciones.

    PUEDE ADQUIRIR EL LIBRO EN AMAZON, AQUÍ:

    Desde Estados Unidos y América Latina: Formas de luz. El sentido de la melancolía

    Desde España para Europa: Formas de luz. El sentido de la melancolía

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  7. Lo que se vive, no es ficción

     

    Xavi Simó

    Xavi Simó

    XAVI SIMÓ (Palma de Mallorca, 1967). Ha dedicado toda su vida al estudio de animales y plantas. Apasionado de la lectura y la música blues, publicó su primer libro de relatos, La ciudad del prisionero, en 2015.

    Desde entonces compagina la escritura con la creación de jardines y la búsqueda de la flor perfecta.

    Ilíada Ediciones lo entrevista, con motivo de la publicación de su novela Todo el mundo tiene una historia, en nuestra colección Caribdis, de narrativa.

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    Si tuvieras que explicar a tus potenciales lectores qué van a encontrar en tu libro, ¿qué les dirías?

    Que es la hermosa y turbulenta historia de Ramiro, un tipo sensible, que lo daría todo por los animales, en la que la acción y la reflexión caminan juntas. En la que las relaciones entre humanos y animales adquieren la profundidad de algunos acantilados vistos desde arriba. También les diría que, en cualquier página, pueden encontrarse a sí mismos.

     

    Hay un antecedente literario: los cuentos de La ciudad del prisionero. ¿En qué difieren y en qué coinciden ambas obras?

    La ciudad del prisionero es un libro de relatos que, además, incluye una novela corta. En él se habla de literatura, del proceso creativo, de aquellas cosas que no siempre vemos, de la belleza, de la necesidad de perseguirla y de encontrar nuestro camino a toda costa. Es un libro basado en las relaciones humanas, el tiempo y la libertad.

    Todo el mundo tiene una historia es una novela corta. En este caso las relaciones entre humanos y animales y viceversa son el centro de atención, si bien, la figura del ser humano y su relación con sus semejantes aparecen de principio a fin. Con unos personajes y un lenguaje totalmente distintos, es un texto más duro pero, a la vez, quizá, más bello. Este es un libro más arriesgado desde distintos puntos de vista, tanto desde el narrativo como desde el de los temas que plantea, o los motivos que lo hacen avanzar. Aquí el ser humano se muestra de otra manera, más visceral. La narración en primera persona implica que lo vamos a vivir desde dentro. Por lo que acontece en sus páginas, podríamos decir que es un libro de corte animalista.

    Ambos libros coinciden en una actitud crítica hacia nosotros mismos.

     

    Las nuevas tecnologías de la comunicación (internet, teléfonos celulares, dispositivos electrónicos, etc.) son, sin dudas, un gran avance de la humanidad, pero también son un gran peligro. Cuándo escuchas esta afirmación, ¿qué piensas como escritor?

    Bueno, cualquier novedad, en el campo que sea, es un filón para un escritor, de modo que me parece interesante tirar de ese hilo. La actitud que tome cada uno hacia ese determinado campo es lo que va a hacer que vayan apareciendo textos diferentes, con formatos también diferentes. Por otra parte, si nos referimos a esas nuevas tecnologías de cara a la edición, publicación, distribución y fomento de las obras, no tengo muy claro (creo que falta tiempo todavía) en qué derivará. Dependerá mucho del uso que hagamos de ellas.

     

    La manipulación de los derechos humanos por todos los espectros ideológicos parece ser el signo de esta era. Tu libro, si seguimos esas corrientes, precisamente por mostrar una pasión y respeto por los animales y, a un tiempo, por también mostrar una especie de «animalización» del hombre, podría entrar en esa tan controvertida categoría de lo políticamente incorrecto. ¿Cómo ve el escritor Xavi Simó esto que hoy vivimos mundialmente y que algunos llaman «reformulación aniquiladora del individuo»?

    Buena pregunta…  La única manera de que, a largo plazo, el bien individual sea tal, es que, a su vez, este suponga un bien colectivo. Lo demás es romper una cadena de la que, queramos o no, todos formamos parte. Pensar en el bien colectivo es una urgencia, dado que posiblemente nos hallamos cerca de un punto de no retorno. Es hora de dejar de pensar en beneficios económicos, para empezar a hacerlo en beneficios, a secas. Partiendo de esta base, como escritor, veo otra posibilidad en la que escarbar, sabiendo que casi cualquier cosa que uno pueda escribir, será ficción.

     

    Al leer tu biografía, cualquiera podría preguntarse: ¿dónde están los límites entre Realidad y Ficción en tu novela?

    En mi anterior libro ya toqué este tema en algún relato. La línea que separa la realidad de la ficción es tan fina que, muchas veces, es imposible determinarla. Lo más probable es que mi biografía no sea más que la ficción en la que yo he decidido vivir. En este caso, el libro es una ficción basada en una historia, basada en otra historia, basada en hechos reales. Cada día estoy más convencido de que la ficción deja de serlo en cuanto llega al papel porque, a partir de ahí, cualquiera que lo desee puede vivirla. Y lo que se vive, no es ficción.

     

    Además de, como dice tu biografía, crear jardines y buscar la flor perfecta, ¿qué escribe Xavi Simó actualmente?

    Estoy trabajando en un libro de relatos que, esta vez, atañe a la naturaleza.

  8. Estoy pendiente todo el tiempo de la Isla, y pienso que de todo un poco hay de ella en mí: cruz y  refugio

     
    Andrés Mir (Fernando de Jesús Salcines Sin, Moscú, 1966).- Poeta y periodista. Autor de los poemarios De la nostalgia y la torpeza (Editorial Abril, 1993), Los de antes me servían bien (Editorial Letras Cubanas, 2000) y Sobre la naturaleza de los mortales (2004). Entre 1996 y 2010 trabajó en las revistas culturales cubanas Revolución y Cultura y El Caimán Barbudo como realizador, diseñador y director artístico. Fundó y dirigió la revista electrónica cultural Esquife durante 10 años, publicación dedicada a promover y pensar el arte emergente en Cuba. Actualmente reside en Rusia. Corresponsal de la agencia EFE en Moscú.

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    Aunque sabemos que no es fácil hacerlo, si tuvieras que presentar tu poemario Piel de otras aguas a un hipotético lector, ¿qué dirías?

    Pienso que se trata de un intento, entre otras cosas, de hallarme en otras historias y destinos, si es que eso es posible: mostrar a terceros como protagonistas de mis historias, o mostrarme como protagonista de las historias de las personas que no soy. Hablar de las cosas que son comunes a muchos y que por momentos juegan con algunos de los límites de lo permitido, de lo aceptable, y hacerlo de tal modo que sea cotidiano. Es el libro de un adolescente en el cuerpo de un hombre de cincuenta años que no ha perdido el gusto por los errores, el riesgo, la aventura, el amor sin condiciones. Incluso sin la condición de la imposibilidad. Son poemas escritos en un teléfono móvil mientras se viaja en un vagón de metro con una piedra en el pecho y la única ilusión de llegar al final.

     

    Autor cubano que escribe desde unas perspectivas bastante poco cubanas, diríase que con claves más universales, aunque de cuando en cuando se escape algún rasgo de esa cubanía en el habla. ¿Qué interesa a Andrés Mir cuando se sienta a escribir poesía?

    Vivir en ese espacio, de escalón en escalón de esa escalera que es un poema, con el fin de responderme ciertas preguntas que me inquietan, y convencido de que, si me diferencio en algo de los demás, es solo el hecho de que elegí (o no me quedó más remedio que) hacerlo mediante la escritura. Y eso tampoco es nada en especial. Otros dibujan, cantan, chapistean carros, cargan sacos de harina. Mientras que yo hago ese recorrido con los recursos y la experiencia que llevo dentro. Y el recorrido es a la vez como un juego y un sacrificio, porque a menudo termino hurgando en partes que duelen, y mientras más intenso se siente, más cuesta parar. Es como rascarse una herida, que te trae alivio y dolor a la vez. A veces no sé si respondo a un interés concreto, o simplemente me veo obsesivamente impulsado a hurgar dentro de mí.

     

    Escribir literatura cubana viviendo en otra cultura, ¿hasta dónde cambia la mirada, ese punto de mira de la realidad de la que tanto hablan los críticos?

    El medio nos marca, es inevitable. Siempre he tratado de observar los pequeños detalles, y naturalmente en todas partes hay diferencias y ellas están presentes en mis textos. Como también las posibilidades que se abrieron ante mí de viajar a otros países y otras ciudades, y ver el mundo, mucho más amplio que la aldea caribeña. No la desdeño, la guardo en mi corazón, me duele continuamente, pero esa añoranza no me impide ver el resto de lo bello y lo horrible que me rodea. Y todo de un modo u otro, antes o después, aflora en lo que escribo.

     

    Cuba, además, como cruz y como espacio de salvación y refugio. ¿En qué lado de ese dilema, tan extendido en la diáspora cubana, cae el periodista y escritor que es Andrés Mir?

    Algunos podrían pensar que para mí no existe ese dilema: a un tipo nacido en una inmensa aldea oriental (Moscú), bilingüe, hijo de madre española, que ha vivido la mitad de su vida en un país y la mitad en otro, no debería costarle trabajo «quemar los puentes» . Pero a lo largo de ir y venir, me siento, me identifico como cubano, cuando me doy un golpe en el dedo o me asusto grito una mala palabra en «cubano», prefiero el ron y la cerveza al vodka, aunque no lo desprecie, escribo y sufro en español, con los buenos vicios de un habanero que se ha «amanzanado» en Rusia más que lo que muchos extranjeros puedan «aplatanarse» en Cuba. Más allá de lo que pase por acá, estoy pendiente todo el tiempo de la Isla, y pienso que de todo un poco hay de ella en mí: cruz y  refugio. Pero siento que la cruz cada vez tiene que ver más con lo tangible, con lo inmediato, lo pasajero, y el refugio tiene que ver más con su espíritu, con lo intangible, con lo que realmente perdurará. Y por ello derivo alternativamente entre ambos extremos.

     

    Andrés Mir, poeta y Andrés Mir periodista, ¿en qué sentido se contraponen  y se complementan en tu obra?

    Hacer poesía y hacer periodismo es abordar el mundo con enfoques muy diferentes y pocas veces resultan compatibles. Al menos el tipo de poesía que hago, reflexiva, íntima, visceral, y el tipo de periodismo que hago, de agencia, directo, inmediato, racional, objetivo. La poesía a menudo trata de entrometerse en mi trabajo periodístico, y tengo que darle un puntapié. Cuando el periodismo trata de colarse en la poesía, le digo: pero bueno… Sin embargo, a ambos les une la necesidad de dar la imagen más veraz posible de la realidad. Lo que en un caso mi opinión y mi estado de ánimo lo es todo, y en otro, la prioridad está en los hechos, mientras más claros, mejor. Quizás el punto intermedio se encuentra en la oportunidad de hacer periodismo cultural, que me permite más licencias. En tanto, la realidad es que hago periodismo para vivir, y vivo para hacer poesía.

  9. Los pueblos son responsables de lo que hacen sus gobernantes

     

    Foto: Susana Villafañe

    Foto: Susana Villafañe

    Si tuvieras que explicar a tus potenciales lectores qué van a encontrar en tu libro, ¿qué les dirías?

    Van a encontrar varios libros en uno. Por una parte una reflexión sobre una de las mayores atrocidades que ha cometido el género humano: el Holocausto. Recreando algunos de los parajes de esa tragedia, a través de las entrevistas que la protagonista femenina tiene con el antiguo oficial de las SS destinado en Auschwitz, Günter Meissner,  y luego con la víctima superviviente de esa tragedia, Yehuda Weiss, el libro podría ser tomado como una novela histórica. Pero hay más, claro. La novela es muy reflexiva; a través de las dudas que se le plantean a la periodista, se pregunta cómo habría actuado ella en esas circunstancias tan terribles. Hay toda una generación alemana que son hijos de los verdugos que no fueron juzgados porque era inviable sentar en el banquillo a cientos de miles de acusados. La novela, como casi todas las mías, tiene un sustrato moral, se pregunta sobre las raíces del mal, sobre ese mal absoluto que fue la Solución Final; somos capaces de lo mejor y de lo peor. Llevamos en nuestro interior el mal y el bien. Finalmente, por su envoltura, El mal absoluto es una novela negra también que habla de una venganza aplazada en el tiempo. Pero la venganza no cura ninguna herida.

     

    Las nuevas tecnologías de la comunicación (internet, teléfonos celulares, dispositivos electrónicos, etc.) son, sin dudas, un gran avance de la humanidad, pero también son un gran peligro. Cuándo escuchas esta afirmación, ¿qué piensas como escritor?

    Hay que saber utilizarlas y no esclavizarse con ellas. Para los que nos dedicamos a la literatura, en cuanto a la labor de documentación, es un avance enorme. Recuerdo consultando libros en la biblioteca para escribir la novela histórica La pérdida del paraíso, y era agotador el tiempo que empleaba en ello. Ahora en Internet encuentras cualquier tipo de información e imágenes sobre lo que necesites escribir sin moverte de la mesa de trabajo. A pesar de todo, nada hay comparable que ir al sitio concreto en donde quieres ambientar tu novela, viajar, y tomar notas y fotos en directo, que es algo que yo suelo hacer porque soy un viajero mediano pero entusiasta. Dicho esto, hay que tomar precauciones. No todo lo que hay en internet es fiable ni muchísimo menos. Además las redes de delincuentes se mueven a sus anchas por la Red. Los celulares también parecen un gran invento si consigues controlarlos y no te conviertes en un adicto a ellos. Casi toda mi vida he vivido sin internet ni teléfono móvil, y he sobrevivido. Y conducía por el extranjero sin GPS, y no me perdía. La tecnología hace la vida más cómoda, pero también nos atrofia. Hay días que apago el teléfono, y experimento un enorme alivio, o cuando paseo por el Valle de Arán, en donde vivo desde hace once años, y no hay cobertura. Qué duda cabe que la tecnología nos espía, succiona nuestro cerebro y vende nuestros datos en el mercado global. Nada es gratis. En ese sentido estamos en plena distopía, y lo digo yo que he escrito unas cuantas. Jamás, ni durante la dictadura franquista que sufrimos los de mi generación, me sentí tan controlado y espiado como ahora. Orwell se quedó muy corto.

     

    La manipulación de la historia, la negación de la historia y la utilización de la historia para todo tipo de emprendimientos supuestamente humanistas han terminado deformando la historia. Buena parte de tu literatura está anclada en momentos históricos esenciales de eso que llamamos Humanidad. ¿Cómo ve el escritor José Luis Muñoz esto que hoy vivimos mundialmente y que algunos llaman «revisitación aniquiladora de la memoria»?

    Es muy complejo el tema y hay que abordarlo con templanza. Con parámetros actuales no se puede juzgar el pasado. Con el brutal asesinato de Georges Floyd en Estados Unidos parece haberse levantado la veda para juzgar actuaciones del pasado con la mirada de ahora y se cometen muchas estupideces: poner advertencias a «Lo que el viento se llevó», derribar estatuas de Cristóbal Colón… Cuando vi «Lo que el viento se llevó», por otra parte una película magnífica, nadie tuvo que decirme que era una película racista. Me di cuenta enseguida que era así al tercer visionado, siendo adolescente. Precisamente voy a publicar dentro de muy poco una novela épica sobre la gesta de Hernán Cortés, El centro del mundo, que seguramente, tal como están las cosas, va a levantar polvareda. Que los conquistadores eran violentos y estaban sedientos de oro, es evidente. Tan violentos, o no tanto, como los sanguinarios aztecas que aterrorizaban a las otras tribus que compartían el territorio de lo que hoy es México. Los romanos conquistaron Hispania, pero nos dejaron un legado impresionante, una lengua que viene de ellos y que nos permite comunicarnos con más de trescientos millones de seres humanos. Los árabes nos dominaron durante ochocientos años y dejaron en nosotros una impronta importantísima en el área de la cultura, la gastronomía y las costumbres. Los romanos cometieron atrocidades, quemaron cristianos y los arrojaron a las fieras, tenían esclavos. Y los conquistadores masacraban nativos, pero también se casaban con ellas, edificaban ciudades modélicas que aún persisten. Bien está contextualizar esas conductas, reprobarlas, pero yo no voy a echar por la borda la cultura romana y la árabe que impregna mi país. Remarcar lo negativo, pero también lo positivo parece lo más recomendable. Yo no soy creyente, y la iglesia Católica, en nombre de la fe, ha cometido muchísimas atrocidades y ha despilfarrado riquezas traicionando el espíritu cristiano, pero me conmueven las catedrales y el Vaticano. También hay gente que intenta reescribir la historia del nazismo, negacionistas que niegan sus asesinatos sistematizados. El régimen nazi, como el estalinismo, fue nefasto para la historia de la humanidad, no trajo más que destrucción y odio consigo, explotó los bajos instintos de la gente. El problema es que hoy en día, al menos en mi país, no se estudia la historia, se la ha dejado de lado, y la historia es importantísima porque el pasado explica el presente.

     

    Es curioso que eso no ha sucedido con el fascismo alemán, pues lo usual ha sido que muchos poderes universales quieren no sólo esconder sino negar el holocausto y todo el horror de esos años tan negros. Tu novela hace una lectura crítica muy actualizada del tema ¿Crees que a estas alturas valga la pena seguir sacando ese monstruo a la escena literaria?

    A la vista de cómo están las cosas en Europa, sí. De hecho creo que El mal absoluto es mi novela más necesaria y pedagógica, tan eficaz como un manual de historia para adentrarse en ese período tan oscuro. Estamos viendo rebrotes del fascismo en una serie de países europeos, en Hungría, en Polonia, en Alemania con Pegida, en Italia con la Liga Norte, en España con VOX, que responden a una estrategia global en la que es pieza clave Steve Bannon, el gurú de Donald Trump. Los nuevos judíos son los inmigrantes. El comportamiento de la UE con ellos es sencillamente vergonzoso y canallesco. Occidente destruye, en el caso de Oriente Próximo, y saquea, en el caso de África, sus países, y luego pone alambradas o deja que se ahoguen en esa enorme fosa que es el Mediterráneo. Una de las cosas que pone en valor El mal absoluto es que lo que pasó en Alemania no fue el fruto de una secta capitaneada por un loco visionario, sino que buena parte del pueblo alemán compró su discurso de odio, confrontación y nacionalismo extremo y excluyente. Hitler llegó al poder democráticamente, por el voto entusiasta de un tercio de la población, y luego se perpetuó. Claro que hubo alemanes que pagaron con su vida no estar de acuerdo con él, pero la inmensa mayoría o miraron cómodamente hacia otro lado o se sumaron entusiásticamente a sus huestes. Buena parte del pueblo alemán fue corresponsable de las atrocidades cometidas por los nazis. Las masas celebraban de forma entusiasta el aplastamiento de Polonia. Los alemanes delataban a sus judíos vecinos porque se quedaban con sus pisos y riquezas. Es imposible exterminar a millones de personas en secreto. El libro, precisamente, apunta a eso, a la complicidad criminal de buena parte de la sociedad alemana en todo lo que ocurrió; unos colaborando activamente en la cacería humana; otros mirando cómodamente hacia otro lado porque no les tocaba a ellos. Los pueblos son responsables de lo que hacen sus gobernantes. Los que votan a Donald Trump se les trae al pairo que dentro de pocos años el mundo sea inhabitable por sus políticas poco respetuosas, agresivas, con el medio ambiente. Y si lo ignoran, también son culpables por votar sin informarse. Hitler, y volvemos a El mal absoluto, nunca ocultó su programa revanchista y de odio y lo secundó un tercio de la población depositando su papeleta en una urna. ¿Qué creían que hacían con los judíos que desaparecían y no regresaban? ¿Que los metían en un balneario de lujo?

     

    Realidad y ficción en tu novela ¿Dónde están los límites?

    Junto a otros dos grandes escritores, sus amigos, Juan Bas y José Carlos Somoza, en Gijón.

    Junto a otros dos grandes escritores, sus amigos, Juan Bas y José Carlos Somoza, en Gijón.

    Me sirvo mucho de la realidad para urdir mis ficciones. Buena parte de mis novelas están basadas en hechos reales o en personajes que han existido. Los protagonistas de El mal absoluto existen, o quizá ya hayan muerto. Los vi durante un excelente programa que hizo la BBC sobre Auschwitz en el que se hicieron esas entrevistas por separado a una víctima y a su victimario. Esa entrevista fue fundamental para el arranque de la novela. ¿Qué pasaría por la cabeza de un sobreviviente del Holocausto al ver aparecer en pantalla al hombre que lo ha matado en vida? Luego lo ficcioné debidamente. Es interesante saber que Yehuda Weiss no es una víctima cualquiera, formaba parte de los sonderkommandos, los internos que hacían el trabajo sucio a los nazis, los que llevaban al matadero a sus compañeros de encierro y luego sus cadáveres a las calderas; es decir, que eran doblemente víctimas porque encima se sentían culpables y colaboradores en los asesinatos masivos. En el caso de la novela histórica, muchas veces las obras de ficción se aproximan más a lo que sucedió que los libros de historia. La historia la escriben los vencedores. ¿Qué historia del Holocausto habría hoy si Hitler hubiera triunfado en su proyecto de adueñarse del mundo? Seguramente una justificación razonada de que judíos, eslavos, discapacitados, gitanos, homosexuales e izquierdistas tenían que haber sido exterminados por el bien de Alemania por ser excedente humano.

    El lenguaje es importante: excedente humano, tratamiento especial, solución final, para ocultar el asesinato masivo. Eso es lo que opina Günter Meissner, y lo razona con elocuencia a lo largo de la novela: que se hizo lo que se tenía que hacer en ese momento por el bien de Alemania. Este, el que en un momento determinado el ex oficial de las SS razone sobre la idoneidad del Holocausto,  es otro de los aspectos a considerar. Huyo de los maniqueísmos como de la peste pese a que mi odio por los nazis no es mensurable: los detesto con toda mi alma. En mis novelas hasta los asesinos son humanos, y a veces los lectores empatizan con ellos, lo que me preocupa un poco. Espero que con el nazi, no, pero si la lee alguien de esa ideología seguramente sí, dirá que es un personaje estupendo, un modelo a imitar. El nazi de la novela es un tipo elegante, encantador, sibarita, buen padre y mejor abuelo. Huí de lo fácil, que era hacerlo odioso. Lo mismo hice con otra novela sobre un siniestro personaje, el doctor Aribert Ferdinand Heim, el Carnicero de Mauthausen, un médico tan atroz como Mengele, pero sin tanta fama, en El rastro del lobo. Heim era apuesto como un actor de Hollywood, culto, educado, pero un monstruo sin entrañas. El mal absoluto habla de la psicopatía de las masas, que es mucho peor que la individual. La psicopatía de las masas que hizo que los hutus descuartizaran a machetazos a los tutsis en Ruanda, o que los serbios y croatas violaran y pasaran a cuchillo a las bosnias.

     

    Sabemos que eres un escritor asombrosamente prolífico, como si desearas abarcar toda la experiencia humana, pero específicamente desde la perspectiva oscura de sus miserias. ¿Por qué, salvo excepciones, esa mirada tan «negra» de eso que somos «los humanos»?

    Bueno, también escribí una novela de humor, «Lifting», pero la mayoría son oscuras, cierto. Para mí el género negro es una forma de mirar, es hundir el escalpelo en las miserias humanas. La historia y la geografía mundial están trazadas con renglones de sangre. Por suerte está el arte y la creación como contrapartida al horror y la destrucción. Y el amor, y el sentimiento paterno, y mi adoración por mi nieta. Los novelistas negros, no los policiales, somos hijos de Zola y Balzac, escribimos realmente novela social, muy crítica con lo que pasa a nuestro alrededor, con personajes que son perdedores, les suele ir todo mal, se tuercen y delinquen. Y explicamos porque pasa eso, y el contexto social. A veces los delincuentes son esos nazis encantadores y atractivos que tienen tras sí un río de sangre. Lo peor de ellos, de los nazis, es que mataban sin rabia, fríamente, que no lo hacían bajo un acceso de ira. Lo más espantoso fue esa maquinaria eficaz que pusieron en marcha como si fabricaran coches y lo racionales que eran en su matanza productiva en la que todo se aprovechaba. Perdona mi dispersión, pero ya te he advertido lo que los detesto, entre otras cosas porque no existe el nazi arrepentido sino orgulloso de lo que hizo, como el protagonista de El mal absoluto.

    Imagino que soy oscuro porque leí todo Shakespeare, y prefiero «Hamlet» y «Macbeth»  a «Romeo y Julieta», pese a ser también una tragedia terrible. En mi literatura hay una lucha entre Eros (reconozco que soy muy erótico, literariamente hablando, aunque en El mal absoluto el erotismo brille por su ausencia) y Tanatos, lo creativo y placentero frente a lo destructivo y letal. En cine y en literatura, prefiero los dramas a las comedias, aunque disfrute mucho con los hermanos Marx,  Billy Wilder o Woody Allen, pero me pueden Bergman, Dreyer, Scorsese, Kubrick y mil más. Los triunfadores no me inspiran absolutamente nada, a no ser que caigan del pedestal y se den un batacazo. Soy más de Wagner y Mahler, a pesar de que por el primero babeaban los jerarcas nazis, que de Mozart. La vida es una historia que indefectiblemente acaba mal. ¿Por qué iban a acabar bien mis novelas? Esta, a pesar de todo, no acaba tan mal.

  10. A los niños españoles les sigue interesando la lectura

     

    Foto: @agris-diaz

    Foto: @agris-diaz

    Si tuvieras que explicar a tus potenciales lectores, los niños y adolescentes, qué van a encontrar en tu libro, ¿qué les dirías?

    En 8 cuentos para soñar despiertos, pueden encontrar una variedad de temas y extensiones. Hay cuentos cortos en los que podemos leer historias que van desde las consecuencias de las bromas «pesadas», la importancia de la buena educación entre chicos y chicas, también las pesadillas que , a veces, nos inquietan y que se esfuman con un buen abrazo de nuestros seres queridos. Otro cuento en el que podéis apreciar el valor de la fuerza del grupo al que pertenecemos, como comprender que, en ocasiones, las familias se separan y eso puede ser una buena solución para resolver los problemas domésticos. En otro de los cuentos os hablo de una bruja resentida con sus amigos, que es capaz de transformarlos en bichos debido a su rencor, pero que acaba sabiendo cuanto la ayudaron al enfermar ella y se resuelve todo rodeados de una buena pizza. Después hay en el libro dos cuentos más largos: «El mejor tesoro», en el que unos amigos se embarcan con dos familiares rumbo hacia una isla en donde hay un tesoro escondido, según indica un plano que los niños se encontraron, y tendréis que leerlo para saber cómo acaba esta  divertida aventura; y la historia de Fabiola y sus compañeros de clase, que acuden a un Parque Natural en donde aprenderán mucho sobre diferentes aves y plantas y que, gracias al juego que propone una escritora muy peculiar, reciben un premio muy especial.

    Las nuevas tecnologías de la comunicación (internet, teléfonos celulares, dispositivos electrónicos, etc) son, sin dudas, un gran avance de la humanidad, pero también son un gran peligro. Cuándo escuchas esta afirmación, ¿qué piensas como escritora?

    Pienso que tenemos la gran suerte de contar con las ventajas que todos estos utensilios nos pueden aportar en nuestra vida diaria, pero que es bueno dosificar su uso y atender también a nuestros  familiares y amigos, pues de ellos recibimos regalos inmensos, como el cariño en una mirada o un gesto, las risas de los buenos ratos entre nuestros seres queridos, tan importantes y necesarias para todos; también es agradable tener un buen libro de papel entre nuestras manos y disfrutar de él una y mil veces sin gastar electricidad ni pilas, aunque lo podamos alternar con los electrónicos.

    El nivel de lectura se está perdiendo entre las nuevas generaciones. ¿Cómo ves la situación en España?

    Me parece que a los niños españoles les sigue interesando la lectura; lo he podido comprobar en firmas de libros y cuentacuentos. Los más pequeños disfrutan cuando algún familiar les lee por las noches un cuento, y los que ya saben leer y los adolescentes se turnan los libros en papel con la lectura en una tablet o en su móvil. Soy optimista al ver que en las secciones infantiles y juveniles, de las librerías, se siguen viendo niños o chavales ojeando libros.

    ¿Qué papel puede jugar la familia en la aspiración de que la literatura no siga perdiendo presencia en la formación de valores de nuestras sociedades?

    Foto: @agris-diaz

    Foto: @agris-diaz

    Es muy importante que se comience a fomentar la lectura desde edades tempranas y que los padres y madres inviertan un ratito de leyendoles, cada día,  para que esas personitas sean futuros adultos lectores. Y no solo es importante para que los niños conozcan  valores como la amistad, el afecto familiar, la solidaridad, el perdón… También lo es porque se refuerza el vínculo paterno-filial en ese momento tan especial como es el de la lectura y, a veces, la representación de un cuento.

    ¿Cómo llegas a la literatura para niños y jóvenes?

    Llego a ella gracias a esos momentos de los que os he hablado, en los que yo leía un cuento cada noche a mi hija, antes de dormir. Esos libros despertaron mi imaginación y un día, tras charlar con un amigo sobre mi afición a la lectura y mis ganas de crear un cuento, llegué a casa y, de un tirón, me salió mi primera obra para niños que titulé «Los colores de la lluvia». Después fueron saliendo los demás, cuando la inspiración me llegaba, y varios de ellos los he reunido en este libro, 8 cuentos para soñar despiertos, que espero os haga pasar muy buenos momentos.