Estoy pendiente todo el tiempo de la Isla, y pienso que de todo un poco hay de ella en mí: cruz y  refugio

 
Andrés Mir (Fernando de Jesús Salcines Sin, Moscú, 1966).- Poeta y periodista. Autor de los poemarios De la nostalgia y la torpeza (Editorial Abril, 1993), Los de antes me servían bien (Editorial Letras Cubanas, 2000) y Sobre la naturaleza de los mortales (2004). Entre 1996 y 2010 trabajó en las revistas culturales cubanas Revolución y Cultura y El Caimán Barbudo como realizador, diseñador y director artístico. Fundó y dirigió la revista electrónica cultural Esquife durante 10 años, publicación dedicada a promover y pensar el arte emergente en Cuba. Actualmente reside en Rusia. Corresponsal de la agencia EFE en Moscú.

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Aunque sabemos que no es fácil hacerlo, si tuvieras que presentar tu poemario Piel de otras aguas a un hipotético lector, ¿qué dirías?

Pienso que se trata de un intento, entre otras cosas, de hallarme en otras historias y destinos, si es que eso es posible: mostrar a terceros como protagonistas de mis historias, o mostrarme como protagonista de las historias de las personas que no soy. Hablar de las cosas que son comunes a muchos y que por momentos juegan con algunos de los límites de lo permitido, de lo aceptable, y hacerlo de tal modo que sea cotidiano. Es el libro de un adolescente en el cuerpo de un hombre de cincuenta años que no ha perdido el gusto por los errores, el riesgo, la aventura, el amor sin condiciones. Incluso sin la condición de la imposibilidad. Son poemas escritos en un teléfono móvil mientras se viaja en un vagón de metro con una piedra en el pecho y la única ilusión de llegar al final.

 

Autor cubano que escribe desde unas perspectivas bastante poco cubanas, diríase que con claves más universales, aunque de cuando en cuando se escape algún rasgo de esa cubanía en el habla. ¿Qué interesa a Andrés Mir cuando se sienta a escribir poesía?

Vivir en ese espacio, de escalón en escalón de esa escalera que es un poema, con el fin de responderme ciertas preguntas que me inquietan, y convencido de que, si me diferencio en algo de los demás, es solo el hecho de que elegí (o no me quedó más remedio que) hacerlo mediante la escritura. Y eso tampoco es nada en especial. Otros dibujan, cantan, chapistean carros, cargan sacos de harina. Mientras que yo hago ese recorrido con los recursos y la experiencia que llevo dentro. Y el recorrido es a la vez como un juego y un sacrificio, porque a menudo termino hurgando en partes que duelen, y mientras más intenso se siente, más cuesta parar. Es como rascarse una herida, que te trae alivio y dolor a la vez. A veces no sé si respondo a un interés concreto, o simplemente me veo obsesivamente impulsado a hurgar dentro de mí.

 

Escribir literatura cubana viviendo en otra cultura, ¿hasta dónde cambia la mirada, ese punto de mira de la realidad de la que tanto hablan los críticos?

El medio nos marca, es inevitable. Siempre he tratado de observar los pequeños detalles, y naturalmente en todas partes hay diferencias y ellas están presentes en mis textos. Como también las posibilidades que se abrieron ante mí de viajar a otros países y otras ciudades, y ver el mundo, mucho más amplio que la aldea caribeña. No la desdeño, la guardo en mi corazón, me duele continuamente, pero esa añoranza no me impide ver el resto de lo bello y lo horrible que me rodea. Y todo de un modo u otro, antes o después, aflora en lo que escribo.

 

Cuba, además, como cruz y como espacio de salvación y refugio. ¿En qué lado de ese dilema, tan extendido en la diáspora cubana, cae el periodista y escritor que es Andrés Mir?

Algunos podrían pensar que para mí no existe ese dilema: a un tipo nacido en una inmensa aldea oriental (Moscú), bilingüe, hijo de madre española, que ha vivido la mitad de su vida en un país y la mitad en otro, no debería costarle trabajo «quemar los puentes» . Pero a lo largo de ir y venir, me siento, me identifico como cubano, cuando me doy un golpe en el dedo o me asusto grito una mala palabra en «cubano», prefiero el ron y la cerveza al vodka, aunque no lo desprecie, escribo y sufro en español, con los buenos vicios de un habanero que se ha «amanzanado» en Rusia más que lo que muchos extranjeros puedan «aplatanarse» en Cuba. Más allá de lo que pase por acá, estoy pendiente todo el tiempo de la Isla, y pienso que de todo un poco hay de ella en mí: cruz y  refugio. Pero siento que la cruz cada vez tiene que ver más con lo tangible, con lo inmediato, lo pasajero, y el refugio tiene que ver más con su espíritu, con lo intangible, con lo que realmente perdurará. Y por ello derivo alternativamente entre ambos extremos.

 

Andrés Mir, poeta y Andrés Mir periodista, ¿en qué sentido se contraponen  y se complementan en tu obra?

Hacer poesía y hacer periodismo es abordar el mundo con enfoques muy diferentes y pocas veces resultan compatibles. Al menos el tipo de poesía que hago, reflexiva, íntima, visceral, y el tipo de periodismo que hago, de agencia, directo, inmediato, racional, objetivo. La poesía a menudo trata de entrometerse en mi trabajo periodístico, y tengo que darle un puntapié. Cuando el periodismo trata de colarse en la poesía, le digo: pero bueno… Sin embargo, a ambos les une la necesidad de dar la imagen más veraz posible de la realidad. Lo que en un caso mi opinión y mi estado de ánimo lo es todo, y en otro, la prioridad está en los hechos, mientras más claros, mejor. Quizás el punto intermedio se encuentra en la oportunidad de hacer periodismo cultural, que me permite más licencias. En tanto, la realidad es que hago periodismo para vivir, y vivo para hacer poesía.