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Si tuvieras que explicar a tus potenciales lectores qué van a encontrar en tu libro, ¿qué les dirías?
«De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro;
todos los demás son extensiones de su cuerpo…
Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria».
Jorge Luis Borges.
Bien, estimada Sonja, ante todo, tal refiere Borges en sus palabras que encabezan mis respuestas, para mí el libro es todo eso y aún mucho más, ya que son tantos los años que son mi complemento y ando con ellos, que, si no tengo alguno cerca, no me siento bien. En consecuencia, siempre laboré relacionado con ellos. Primero como profesor de Historia del Teatro Universal y Cubano, en la Escuela Nacional de Teatro, luego como periodista cultural en varias revistas, tarea en la que estaba íntimamente vinculado al libro, pues, además, laboraba como asesor literario y jurado en concursos de poesía, cuento, dramaturgia, ensayo, crítica literaria y teatral y otras manifestaciones.
Ya jubilado, en Cuba primero y, desde el 2011, cuando arribamos Mayra del Carmen y yo a Miami, continúo, más que nunca, sigo enrolado en los libros y la literatura, como escritor (poeta y crítico literario y teatral, y jurado). Como ves, he ejercido durante décadas, casi toda mi vida laboral, el que con brillantez denominara nuestro José Martí: «El ejercicio del criterio».
De tal suerte, mientras escribía poemas ―sin prejuicio por ninguna estrofa: sonetos, décimas, romances, liras, verso libre, poesía para la infancia, como a un tiempo, preparando antologías temáticas de poesía y décima cubanas que luego iba reuniendo y publicando en cuadernos y libros― solo a inicios de este 2021, tras proponer a nuestro Amir Valle, más que colegamigo, hermano menor (solo en edad, por supuesto, pues le sobra madurez y talento), la publicación de un valioso decimario del querido poetamigo y arrojado luchador anticastrista cubano Rigoberto Díaz Cutiño ―que también prologué―, recordé y ahora sí tomé en cuenta la sugerencia de autores amigos durante décadas: «Waldo, tanto que apoyas a colegas, ¿por qué no publicas tus ensayos, prólogos y artículos sobre poesía y poetas?». Pues, finalmente, me decidí a seleccionar los textos que pienso mantienen vigencia y a preparar esta suerte de antología que es, asimismo, mi primer volumen de crítica en torno a este tema: La poesía, esa voz que llega a nosotros.
Aunque no me lo preguntas, Sonja, te diré por qué este título que le ha gustado a muchos colegamigos. Pues proviene de los dos Escritores (en mayúscula) latinoamericanos que mucho admiro desde décadas atrás y, por cierto, prohibidos en Cuba: el icónico poeta, narrador y ensayista argentino y universal Jorge Luis Borges, que leo desde mi primera juventud, y el narrador, crítico de cine y periodista cultural Guillermo Cabrera Infante, a quien descubrí, ya dejando atrás la adolescencia, en sus excelentes relatos reunidos en Así en la paz como en la guerra, que ya anunciaban sus posteriores narraciones posmodernistas: Tres tristes tigres, O, La ninfa inconstante, así como su incambiable libro de críticas de cine: Un oficio del siglo xx (las que, por cierto, irónicamente, firmara con el seudónimo «Caín») y, sobre todo, un libro inclasificable preferido por el propio Guillermo y por mí: Exorcismos de Esti(l)o, al que le dediqué un ensayo que, publicado pocos meses atrás, por cierto, olvidé incluir en mi más reciente volumen de crítica de narrativa: Ejercitar el criterio, publicado por otro colegamigo: Eduardo René Casanova Ealo, por su Editorial Primigenios, aquí en Miami.
Mas, regresando a La Poesía, esa voz que llega a nosotros, te subrayo que me place sobremanera su cuidada factura y su presencia, como su belleza y el cuidado de la edición, virtudes que, si bien ya las agradecí a nuestro querido Amir Valle, director de Ilíada Ediciones —en cuyo catálogo me honra estar incluido—, aprovecho ahora tu entrevista para hacer llegar mi gratitud a todos los responsables de la calidad de la edición, entre los que no puedo dejar de mencionar a la que considero el ángel celador de la mayoría de mis libros, quien ha estado junto a mí (¿soportándome?) la friolera de cuarenta y cuatro años, y siempre, a través del «tiempo, todo el tiempo» (sic. Eliseo Diego) ha enriquecido mi existencia: «Mi novia de siempre, mi esposa incambiable y mi editora particular». Claro que es (¿quién si no?) Mayra del Carmen Hernández Menéndez, la que, sin nunca dejar de ser la gran editora, que lo ha demostrado durante su intensa y extensa praxis de cuarenta y siete años en editoriales cubanas y algunas miamenses, es, además, una prolija investigadora y la más rigurosa ensayista especializada en el discurso femenino de la décima en Cuba. ¡Ah!, y ahora que hablo de Mayra del Carmen, añado otro dato esencial: la foto ―que, ¡claro!, mejora mi imagen en la cubierta o portada― fue tomada por el músico de la familia: el guitarrista, tresero y compositor, y, sobre todo, nuestro hijo: Darío Damián.
Pero, antes de explicar a los lectores los temas que hallarán en mi libro, te reitero que este es el primero que publico en esta función ―tal denominara el maestro mexicano Alfonso Reyes el análisis crítico literario, y no «género», tal solemos mal llamarlo—, pues con anterioridad había publicado cinco de crítica de narrativa, por varias editoriales cubanas, una ecuatoriana y una estadounidense, en Miami.
Bueno, por fin, paso a explicar a los futuros lectores los temas abordados. En el libro, dedico sendos ensayos a las formidables poéticas de dos grandes figuras de España y Argentina que fueron y son, asimismo, brillantes autores de espinelas: «La décima de Miguel Hernández: una vertiente no tan conocida» y «Fernández Moreno, sus esenciales décimas a la vida». Ambos trabajos surgieron como «ponencias» (que no «quitancias», por emplear el antológico neologismo del recordado narrador y amigo Gustavo Eguren, hermano de otro gran amigo: el inolvidable profesor de actuación, icónico actor y director teatral Raúl Eguren). En el caso del gran Miguel, analizo las que escribiera en sus piezas teatrales: El labrador de más aire (1937) y Pastor de la muerte (1937), como otras de las ciento cuarenta y seis que dejara en sus Obras completas. Repartidas a lo largo de su producción poética o en sus piezas escénicas, poseen la necesaria calidad que sitúa a su autor, sin duda, entre los mejores exponentes de esta estrofa de raigambre hispanoamericana, como de aliento universal.
En el caso del relevante argentino Baldomero Fernández Moreno sus décimas y versos contemporáneos, comparten variados temas: lo vital, la cotidianidad e, incluso, lo autobiográfico, como asimismo el humor, la ironía, la sencillez y la nostalgia, con aliento coloquial o conversacional ―del que constituiría su autor, dúo emblemático con el colombiano Luis Carlos López (1883-1950). El coloquialismo/conversacionalismo es uno de los rasgos de la poesía norteamericana, trasvasado al verso hispanoamericano que, en los años 50 del xx, le aportaría frescura; mas, por su desmedido uso, sobre todo, entre no pocos poetas de la Isla, lo dañaría por simplificarlo en extremo.
Sin embargo, por las virtudes enunciadas arriba, solo después, algunos poetas del subcontinente lograrían emparentarse, por su calidad, con las estrofas del argentino. Así, Fernández Moreno la dominaría como quizás ningún otro de sus coterráneos, pues superó, incluso, a no pocos de sus colegas de la Isla, donde la décima sentaría pauta mayor en la región ya desde el siglo xix, cuando el poeta José Fornaris la definiera como «la estrofa del pueblo cubano».
Tras publicar trece volúmenes de poesía, entre 1915 y 1927, Baldomero Fernández Moreno, en 1928, saca a la luz su primer y único cuaderno en esta forma métrica: Décimas, que le merece el Segundo Premio Nacional de Poesía ese año. Asimismo, entre 1933 y 1937, obtiene el Primer Premio Nacional por Dos poemas, Romances y Seguidillas.
En «Borges, el escritor total», según lo definí años atrás, abordaría cuatro facetas que, no tan comunes entre sus colegas del gremio, sí lo serían para el gran escritor que ahora redefino como «cuatripartito»: pues fue poeta, narrador, ensayista y traductor al mismo tiempo y con idéntica brillantez. En consecuencia, muy temprano sus insustituibles páginas me atraparon por la plenitud del genuino talento y la cultura del multiescritor, quien reunió en su magno corpus literario una producción incambiable y una de las mejores de Latinoamérica, por lo que, en 1961, compartiría, con el notable dramaturgo irlandés del teatro del absurdo, Samuel Beckett, el Premio Internacional de Literatura, que le sería otorgado por el Congreso Internacional de Editores en Formentor, en Mallorca. El galardón lo promovió a nivel mundial y le ofreció la posibilidad de que su obra fuera traducida a numerosos idiomas: inglés, francés, alemán, sueco, noruego, danés, italiano, polaco, portugués, hebreo, persa, griego, eslovaco y árabe, entre otros, sin olvidar que el mayor autor argentino del siglo xx, recibiría muchos otros galardones, conferidos a lo largo de su intensa y extensa existencia.
Décadas atrás, en la Biblioteca de la Casa de las Américas, de La Habana, leí in situ (porque, como autor prohibido, a pesar de estar afiliado a la Biblioteca, no se podían extraer sus libros para llevar a casa) Fervor de Buenos Aires (1923) que prefigurara su posterior creación y en cuyas páginas hallé un sorprendente poeta que, ya en ese cuaderno iniciático, presagiaba la inapreciable entrega de sus magistrales versos a lectores en diversos ámbitos e idiomas, al punto que devino casi desde entonces un autor esencial, tal lo constatan los miles de seguidores del argentino, a quien, injustamente, nunca se le conferiría el Premio Nobel de Literatura, por aceptar un lauro en el Chile bajo Augusto Pinochet.
Asimismo, ¿graciosa o irónicamente?, por firmar «un manifiesto en apoyo a los cubanos que en 1961 ¿invadieron? la isla por Bahía de Cochinos» fue suficiente para que el régimen castrocomunista ―que desde sus inicios politizó toda la cultura― impidiera la publicación de los estupendos libros de este, uno de los autores realmente universales del subcontinente y el latinoamericano más citado, tal revela Alfredo Alonso Estenoz, profesor de Literatura Latinoamericana y Lengua Española del Luther College de Iowa, EE. UU., en su volumen Borges en Cuba. Estudio de su recepción, publicado por el Centro Borges de la Universidad de Pittsburgh, libro de bolsillo que brilla por su enjundiosa investigación.
Un aspecto no tan conocido en Borges ―quien para muchos fue un atildado y sobrio «señor mayor», tal uno de los sabios griegos, Aristóteles mediante― es el humor, rasgo que asimismo abordo con ejemplos en este ensayo, con el que demuestro su «argentinidad», su invulnerable carácter, su insuperable genio.
Por su parte, en «El inolvidado mito Buesa», subrayo que este poeta fue el más popular de Cuba en el siglo xx, pues marcaría la incipiente vida literaria de quienes, en los años 50 e inicios de los ¿dorados? 60, aún éramos adolescentes. Tal les sucedió a no pocos poetas de mi promoción, que leímos sus versos en ediciones piratas y nos impactaron, al punto de que su lectura sería decisiva, gracias a aquellas y otras tiradas que, a la postre, eran pagadas por los propios autores y realizadas en imprentas privadas, ya que no existían otras opciones, tópico conocido gracias a destacados intelectuales ―como los recordados Eliseo Diego, Félix Pita Rodríguez, Onelio Jorge Cardoso y Dora Alonso―, quienes lo testimoniarían después en entrevistas.
Así, la popularidad de Buesa era tal, que todas las capas de la sociedad adquirían sus cuadernos, lo que corrobora su celebridad en la población. Era, en suma, El Poeta (en mayúscula) más leído por la común y sencilla «gente de pueblo», por decirlo con el título de un conocido libro de cuentos de otro popular escritor, desde que en esos años publicara su primer libro: el narrador Onelio Jorge Cardoso, «El Cuentero», con quien amistara este crítico que ahora evoca a ambos creadores.
Por tal celebridad, casi todas las cubiertas o contracubiertas de sus poemarios ostentarían el conocido rostro de galán, amado por tantas mujeres y amante de varias damas de la alta burguesía, entre ellas, la esposa del dictador Fulgencio Batista (según una alusiva confesión del poeta que se lee en su valiosa autobiografía Año bisiesto), tópico por lo demás común en el ideario socioestético de la época, más aún entre las figuras públicas; sin embargo, tras el [in]esperado arribo del castrismo y su ataque a «la seudocultura de la burguesía», se le confinaría, como a tantos, en el silencio, dejando en ascuas a los miles de seguidores del neorromanticismo buesiano, presente no solo en gran parte de su poesía, sino asimismo en otros medios: el cine, la radio, la televisión y la prensa plana.
Los tiempos han cambiado, como los «humanos, demasiado humanos» que somos, tal diría uno de mis filósofos de cabecera; mas, esa esencia inexplicable y aunadora, suerte de imán sensorial entre dos que se aman; esa sustancia de rango íntimo, personal y, a un tiempo, universal (pues involucra nuestra individualidad con la de todos), no ha cesado ni cesará jamás, desde Grecia ―con sus dioses y héroes míticos, estudiados e incluidos en las reveladoras teorías del clásico Padre de la Psicología moderna, Sigmund Freud― hasta este insólito y complejo siglo xxi. En fin, el fantasma de Buesa… ¿seguirá recorriendo el mundo?
Otros que no dudo atraigan a los lectores latinoamericanos y, en especial, a los cubanos, son: «Caín: ¿y también la poesía? y «Mike Porcel: sus genuinas Tonadas y versos». En el primero, parto de varios textos breves del ya mítico Guillermo Cabrera Infante, tomados de mi ensayo, no incluido en mi más reciente libro de crítica de narrativa: «Un libro posmodernista per se: Exorcismos de esti(l)o», quien —sin duda, es el más agudo integrante de la tríada cubana del Boom, en la que figuran, además, Reinaldo Arenas y Severo Sarduy— lograría evidenciar su sensibilidad, al margen de la eironeia con la que cautivara el polisémico narrador a sus irredentos lectores, entre ellos, quien escribe estas líneas.
De ahí que, en su libro más insólito, creativo y, ¿por qué no?, delicioso: Exorcismos de esti(l)o, haga gala de tales virtudes, al margen de corroborar lo que digo atrás en torno a su sensibilidad e ironía que aquí se confabulan para lograr estos breves, pero intensos fragmentos de genuina poesía en prosa, prosa poética o prosemas.
En «Mike Porcel: sus genuinas Tonadas y versos», demuestro, a través de sus canciones, la capacidad lírica de este genuino trovador cubano, quien ostenta el indudable título de mejor y mayor cantautor del mal denominado Movimiento de la Nueva Trova, según lo catequizaran los fundadores de este ex sacrosanto grupo, hoy extinguido, pues quemaron las equívocas naves del oportunismo, del que se valdría, sobre todo, el disfónico y ya frustrado Silvio Rodríguez, para —envidia mediante— atacar, difamar y vilipendiar a Mike, cuando tras años de impuesto silencio, quiso exiliarse en Miami, donde ya residían su esposa e hijo, y aunque logró atacarlo, no lo incapacitó, lo que la vida sí conseguiría en su atacante, el mediocre Silvio, quien ya ni silba sus agónicas y exhaustas ¿canciones?
A Silvio y a otros que, calladamente, lo envidian todavía, les dedicaría su antológica canción, «Los oportunos» ―con la que concluí mi crónica «Mike Porcel en El Espejo»― y de la que ofrezco la siguiente estrofa, cuya finísima ironía con su aguzado filo corta el aire: «Los oportunos siempre llegan / cuando las oportunidades / vagan con prisa por las calles / y los demás no las esperan. / Los oportunos son muy diestros / en eso de alcanzar la gloria. / Fouché encabeza sus memorias / y es Maquiavelo su maestro.»
La exuberante creación poética y cancionística de Mike Porcel alcanzaría tempranamente la compleja jerarquía de clásica, tal ha sido y es reconocida en sus conciertos en Europa y los Estados Unidos, lo que no le ha restado su invariable sencillez, tal acontece con los verdaderos grandes, que vinieron al mundo a entregar sus dones.
Igualmente incluyo mi ensayo «Vida, pasión y muerte de Violeta Parra», en la que abordo la rica y compleja existencia de la siempre recordada artista chilena, quien, nacida el 4 de octubre de 1917, se suicidaría por amor el 5 de febrero de 1967. Creadora total, ancestral y contemporánea, «La Viola» sería cantora, pintora, escultora, bordadora y ceramista, pues, amante del inimitable folclor de su tierra, ofrendaría su breve pero feraz existencia a cantar la triste existencia del huaso chilensis.
Sus décimas dicen más por su adopción de cenitales elementos, entre otros, la vox populi, la honda conceptualización y el fino lirismo, en tanto asumen la profunda esencia popular, pues sus versos dominan las puras expresiones de sus amados huasos, «gente de pueblo», tal se autodefiniera la inimitable cantora, recordada por la Fundación que ostenta su nombre.
Otro ensayo que resultará de interés para muchos es «Sones y versos a Nicolás Guillén: Homenaje y sátira, de Alain de León», en el que analizo el valioso poemario del también narrador cubano residente en Miami, quien, no obstante reconocer la calidad de la poesía del denominado e impuesto Poeta Nacional, no deja de satirizar buena parte de sus versos, escritos por el vate camagüeyano, tras ser comprado por el oro del tirano, quien lo tuvo y mantuvo como el escriba de su militarizada corte, por lo que su hasta entonces valiosa creación, devendría obra de baja estofa, pues la ansiada posteridad no lo tendría tan en cuenta, tal sucede en todos los tiempos y regímenes a los creadores que se venden al mejor postor… del poder y el dinero.
Alta calidad evidencia Alain de León, nuevo poeta satírico cubano, quien, siguiendo la pauta de Tito Livio en Ab urbe condita (VII), extiende como otros poetas antes su aplicación a personalidades políticas, para ya arribar a la gustada y necesaria sátira, con la que se critica a gobiernos y regímenes, dictaduras y dinastías que, cuando alcanzan por cualquier medio el poder, jamás quieren abandonarlo y se aferran a sus delicias, hasta con los dientes. De tal suerte, en sus «Epigramas presidenciales» hay óptimos ejemplos de la ironía empleada por Alain, tal se corrobora en los siguientes versos: «El imbécil de Maduro, / piensa que es un tipo duro: / su gobierno y su apellido / ya están oliendo a podrido. // Ha anunciado su retiro / Raúl para el dieciocho. / ¿Aún piensa seguir con vida / semejante “viejo chocho”? // El Coma Andante Fidel / sueña regresar al trono, / por eso come moringa, / para volver hecho un toro.»
«Fuera del juego: más de medio siglo después» examina el icónico poemario del recordado Heberto Padilla, quien sufriría la furia de La Bestia de Birán, quien, tirano y déspota implacable, encarcelaría al valioso poeta que se atrevería a acusar al supuesto omnipotente asesino que, deux e machina, se creyó el magnus rex de su imperio tropical.
Acusado, como su entonces esposa y también poeta, Belkis Cuza Malé, de «actividades subversivas» contra el Gobierno, él sufriría las torturas psicológicas en la temible y terrible Villa Maristas, el mayor centro de torturas del Gulag castrista. Pero no fueron en vano la osadía y la odisea de Padilla, pues el preciado volumen le traería al sangriento tirano, hoy felizmente muerto, infinitos problemas a nivel global, porque en sus páginas el poeta develó al mundo la verdadera esencia del comunismo que el déspota admirara desde su juventud, actuando como vulgar matón en la universidad capitalina, cuando le extasiara la temible figura de Hitler, tal se comprueba en el título de su autodefensa La Historia me absolverá, tomado del panfleto Mi lucha (Mein Kampf), del Führer, al que intentara remedar el abyecto caudillo tropical, repitiendo su trayectoria, con el fusilamiento de miles de valientes luchadores anticastristas.
Finalizo este ensayo, incluyendo varios ejemplos convincentes que corroboran la calidad de Fuera del juego ―como poemario y documento testimonial contra la ya sexagenaria, oprobiosa y sangrienta tiranía castrista―, volumen esencial no solo en el corpus de la valiosa obra poética de Heberto Padilla, sino además en el vasto y diverso contexto de la mejor poesía escrita en Cuba de 1959 a la fecha.
Hay otros ensayos en los que analizo sendos poemarios de dos destacadas intelectuales cubanoamericanas residentes en Miami: Amelia del Castillo y Maricel Mayor Marsán, además de otros textos (artículos, prólogos y presentaciones de libros) de la española Amada García Puentes, la uruguaya Annabella Lapasta y las cubanas: Janniset Rivero, Ena Columbié, Lina L. Cofresí y Mayda Anias Martínez, como asimismo de los cubanos: Rafael Vilches, Rigoberto Díaz Cutiño, Jesús Álvarez Pedraza, Vicente Echerri, Augusto Lemus, Ariel Aboal, y finaliza la nómina un comentario sobre los dos poemarios publicados en Miami del también cantante, actor e imitador Olber Vargas.
Como habrás apreciado, por la variedad temática de los textos incluidos, Sonja, mi libro posee varia invención e intención, peculiaridades que espero lo hagan atractivo al presunto lector.
La poesía, esa voz que llega a nosotros es, más que una simple compilación de ensayos sobre poesía, uno más de tus gestos generosos como promotor literario, pues además de nombres clásicos que no necesitan esa promoción, hay otros sobre quienes llamas la atención. ¿No es riesgoso ese juego de apostar por nuevos nombres o nombres poco conocidos fuera del mundillo cultural en Cuba y los Estados Unidos?
Tal vez suceda lo que dices, pero el riesgo ¿no es acaso otra manera con que nos sorprende la aventura, que es siempre la creación literaria? Recuerdo ahora las hermosas cartas de Rilke a un joven poeta que leí tempranamente, antes de iniciarme en la crítica… Mira, Sonja, es que son muchos apuntes y reflexiones. Nunca he pensado en el ¿peligro? que siempre he afrontado desde que, décadas atrás, me inicié en el difícil, ingrato y, no obstante, necesario oficio de «ejercitar el criterio», tal titulé, con José Martí, mi quinto libro de crítica de narrativa, como ya te dije.
En Cuba, aposté por autores clásicos y noveles, reconocidos y principiantes, y nunca me preocupó qué harían en el futuro, porque confiaba que escucharían el consejo que nunca he dejado de repetirme ni decir a mis colegas en Cuba y Miami: leer y siempre leer y, solo después, escribir. Es como la escuela, la Universidad: solo leyendo y escribiendo se alcanza lo que ansías en el futuro que puede ser la próxima semana, el año que viene…, o nunca. O sea: el éxito que, por otra parte, es, como todo, relativo, pues lo que para ti significa el éxito, quizás para aqueél otro no lo sea. El éxito, ¿es «eso» que solemos llamar, así como jugando: el triunfo, la alegría, la felicidad? No lo sé, pero se parece. Un ejemplo lo tienes hoy, cuando me alegra responder a tu cuestionario, porque todo lo que se relaciona con la literatura, me interesa, me gusta, no me aburre. A propósito, te adjunto un breve texto, que escribí e incluí en mi último poemario publicado en Cuba, que define «La felicidad», cuyos versos dicen: «Es un ave que pasa / dejando una estela de fulgor / para solo regresar / de tarde en tarde. // Surge ataviada para la ceremonia, / pero tras deslumbrarnos / desaparece. // No dejes que se pierda / en el viento de la noche / tu pájaro fugaz.»
Resultaría curioso conocer hasta qué punto puede el Waldo González López poeta distanciarse de su estética y su gusto personal a la hora de buscar la necesaria objetividad crítica para no caer en esos «amiguismos» y «capillismos» promocionales que tanto abundan en las letras cubanas.
¿Solo en las letras cubanas…? Cuando, en los años 70, era profesor de Historia del Teatro Universal y Cubano en la Escuela Nacional de Teatro (ENT), una mañana, al dirigirme a tomar el ómnibus para ir mis clases en la ENT, vi a dos barrenderos discutiendo acaloradamente por una razón de índole… ¿filosófica?: quién hacía mejor su labor. No me detuve, pues en apenas segundos me percaté que, incluso, las más humildes personas, revelan un rango esencial e innato en los humanos que somos, y por el que el mundo continúa adelante, a pesar de las envidias, las pasiones y las guerras: todo lo que conforma ¿o deforma? el carácter, la idiosincrasia, en fin, las cruentas y complejas criaturas que somos.
Con este ejemplo, por otra parte, subrayo las ¿ocultas? patrañas y amarguras en la miserable existencia de algunos ¿o de tantos?, siempre por el afán por tener más dinero y lujos que el vecino, al que quizás ni siquiera conoces su nombre. No por creerme sancto sanctorum, pero mis más cercanos saben que siempre lucho por no caer en tales disensiones con mis colegas, pues sus triunfos, si los ganan limpiamente, me satisfacen y alegran, a pesar de haber recibido en no pocas ocasiones, junto a mis éxitos literarios, molestias visibles en los rostros de algunos… envidias, difamaciones, traiciones.
De ahí que genuinos amigos, tanto en Cuba, como aquí en Miami, me han recomendado en no pocas ocasiones no apoyar a tantos que no lo merecen ni lo agradecen, y ocuparme más de mi obra. Sin dejar de apuntalar a colegas ―porque soy así y así moriré―, durante los últimos tiempos en Miami, atiendo más mi obra y decidí no continuar mis tertulias, pues, al margen de tales consejos magnánimos, ya llegado a la provecta y abyecta edad de 75 años, pienso que no me queda tanto tiempo para regalarlo a algunos que no se esforzaron por lograr lo que otros, y no solo yo, hemos alcanzado, y prefirieron dilapidar su tiempo en diversos asuntos que podrían esperar y a los que nunca yo les dedicaría mi atención.
Desde temprano, cuando aquel adolescente que fui yo pergeñaba mis iniciáticos versos, intuí que quería ser poeta y escritor. Por eso, desde entonces, me imaginaba el futuro con no pocos libros publicados, lo que ya he realizado hoy, cuando creo haber logrado, con esfuerzo e incansable aliento, lo que muy temprano vislumbré y luché por su obtención. Solo así era posible alcanzar aquel sueño de hoy. Y de ningún modo me creo extraordinario ni nada de eso. No: simplemente he logrado lo que he podido; pero la lucha por alcanzar lo que hoy tengo, creo que vale tanto como los años de sacrificio… Mas, por otra parte, mirando atrás, nunca pensé que era sacrificio llegar cansado de impartir clases a mis alumnos, hoy destacados actores; escribir para la radio y otros medios; y, casi enseguida (¿eh, Mayra del Carmen?) asistir a las clases nocturnas en la Escuela de Letras, de Licenciatura en Literatura Latinoamericana.
¿Cómo afectó o enriqueció al escritor e intelectual que eres la decisión de cambiar de país y fijar tu vida en una ciudad como Miami?
Ante todo, te confieso que, a diferencia de Mayra del Carmen, no me afectó grandemente, pues ni siquiera en Cuba vislumbré como un recomienzo ―a pesar de haber llegado con 65 años― nuestra hoy actual vida en Miami, porque pensamos muy bien el paso que daríamos; no solo estábamos seguros de la decisión, pues no soportábamos más continuar [sobre]viviendo en la mentira, la artimaña, las [cotidianas] traiciones de tantos, incluso algunos cercanos, que deforman la ¿existencia? en Cuba, signada por la carencia de lo más esencial; todavía hoy, tras una década residiendo en Miami, me pregunto cómo pudimos sobrevivir en aquel campo de concentración, aquel Gulag tropical. Por eso, le juré a Mayra del Carmen (y a toda la familia que nos esperaba) al arribar y pisar la loza del Aeropuerto de Miami, que yo jamás regresaría y, aunque no soy creyente, cuando juro, lo cumplo, le reafirmé.
Al poco tiempo de mi llegada, me involucré en la vida cultural: teatral y literaria de nuestra ciudad, particularmente la que se ubica en la mundialmente conocida Calle 8. Así, comencé a asistir a los estrenos de los teatros casi todos cubanos, que entonces circundaban la zona: Havanafama, del director Juan Roca (a la que fuimos llevados por mi amigo desde los tiempos de la ENT, donde y cuando éramos tan jóvenes: Rodolfo Pérez Valero); la sala ArtSpoken, del director y dramaturgo Yoshvani Medina; el teatro Trail y su atractiva sala Catarsis, a cargos de la valiosa comediante colombiana Marisol Correa y su esposo Jorge Angulo, y el Festival Internacional de Teatro Hispano, conducido por su fundador: el actor y director cubano Mario Ernesto Sánchez…
Sobre este punto, en una reciente crónica ―publicada en la revista online Palabra Abierta, del colegamigo Manuel Gayol Mecías― nostalgio los trabajos y los días hesiódicos de la ya mítica Librería Universal, cuya rigurosa y puntual dirección asumiera el admirado luchador anticastrista y fiel editor Juan Manuel Salvat, quien igualmente haría de su recordada librería, un genuino Centro Cultural, pues allí disfrutamos de eventos literarios y teatrales, gracias al asimismo incansable propietario del sello editorial homónimo quien, tras una fértil labor dedicada a la honrosa tarea de publicar, desde 1969, la verdadera historia de Cuba, lamentablemente cerraría sus puertas en el 2013, dejando su imperecedera huella cultural e histórica en la Ciudad del Exilio Latinoamericano.
La poesía, esa voz que llega a nosotros es apenas una ínfima parte de todo el trabajo que como crítico literario has realizado. Recientemente, por la colega Editorial Primigenios, acabas de publicar otro volumen de tus trabajos en este campo. ¿No crees que es hora ya de organizar toda tu obra crítica, de modo que las generaciones futuras puedan encontrar y valorar en su justo peso tu intenso y amplísimo trabajo crítico y ensayístico?
Sonja, antes te aclaré que este es mi primer libro de crítica de poesía, pues el que publiqué por Primigenios es el quinto de crítica de narrativa que se suma a tres publicados anteriormente en Cuba y otro en Ecuador.
Ahora voy a tu válida pregunta, ya que, a punto de salir La Poesía…, recordé dos prólogos que olvidé incluir en este volumen: el que escribí para la plaquette o cuaderno con mi ínfima antología de hermosos textos que traduje del francés de mi poeta galo de culto: Jacques Prévert, también guionista y autor de hermosas canciones, tal la clásica Les feuilles mortes, y que logré publicar, no sé cómo, en medio del especial Período EspAcial, tal solía nombrarlo, pues también aún no recuerdo cómo sobrevivimos a aquel tiempo sin tiempo, acaso espacio de rerum natura, en una Galaxia jamás imaginada ni siquiera por el fabulador-poeta Ray Bradbury.
De aquella histórica edición, preparada con el hambre que pasábamos todos ―como nunca imaginaría el Premio Nobel sueco: Knut Hamsun, mientras escribía, a fines del siglo xix, su novela homónima que influyera en la narrativa de Franz Kafka―, no pocos jóvenes y entusiastas poetas, a pesar de la carencia y la miseria reinantes, leerían con fruición aquellos textos que devendrían populares, pues asimismo fueron disfrutados por muchos en la sección de Poesía, de la revista Bohemia ―que atendí durante años―, como la «Página Final de Poesía para Niños» que, en dicha revista, lográbamos publicar con algunos colores. Bien, de aquella también modesta plaquette, apenas conservo un ejemplar, como asimismo de la mínima antología de otro poeta preferido: el gran irlandés William Butler Yeats, cuya edición de Hasta que Dios queme el tiempo…, asimismo preparé y prologué.
Pregunta gastada, pero siempre necesaria para los lectores. ¿En qué nuevo proyecto anda ahora mismo Waldo González López?
En cuanto a proyectos, estimada Sonja, por ahora tengo otro no tan lejano: la publicación de un volumen con la selección de mis crónicas, «género» periodístico que prefiero, por más cercano a la literatura, y en la que me iniciara, bajo la advocación de mi recordado colegamigo y crítico de arte, ya fallecido, Juan Sánchez, quien creara la sección homónima dedicada a dicho género en Bohemia. En ese libro, incluiré las que allí aparecieron, como asimismo otras escritas y publicadas, desde mi arribo a Miami, en revistas online y blogs de aquí y California, como en diarios latinoamericanos.
Por último ―y no menos importante―, me resta agradecer, tanto a ti, Sonja, como a Amir, esta muy larga entrevista, pues inveterado periodista, desde décadas he entrevistado a cientos de escritores, teatristas, músicos, cineastas… y un largo etcétera, pero en pocas ocasiones, salvo por la obtención de un premio, o la publicación de un nuevo libro, soy entrevistado…
Vamos, que, ya concluyendo esta charla virtual, me viene a la mente otra máxima hispana: «En casa del herrero, cuchillo de palo». Entonces, hasta la vista a mis ciberlectores, en mi próxima columna de crítica teatral «En Primera Persona», de la revista OtroLunes, atendida por nuestro infaltable Amir Valle.