La novela negra puede emplearse hasta para hacer filosofía o especular sobre el futuro

ÁLVARO VALDERAS (León, España, 1965). Doctor en Literatura Española, Ha publicado siete libros de relatos, una novela corta, varios libros de investigación, y las novelas Bloody Mary, Ediciones del Curueño; El oro de Noriega, De Librum Tremens y La página 0, Sibauste). Sus colaboraciones aparecen en libros, revistas, periódicos y sitios web culturales de numerosos países.

La sinopsis de su novela dice que en una sociedad utópica, tras cuarenta años de comunismo en España, una serie de asesinatos parecen replicar las historias de los mártires, un sacerdote milagrero intenta demostrar que no tiene poderes, mientras un policía amargado conspira en la comisaría para evitar que le culpen de las muertes, a la vez que se venga del juez con quien se fue su difunta esposa. Las luchas de poder entre policías y políticos tendrán un desenlace sorprendente, muy alejado de la verdad, que no interesa a nadie.

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Si tuvieras que explicar a tus potenciales lectores qué van a encontrar en tu libro, ¿qué les dirías?

Hay intriga, violencia, asesinatos (alguno, con una puesta en escena muy visual) y toneladas de mentiras para crear una verdad oficial. Hemos visto muchos casos que se han construido así, con culpables amañados y toda la prensa diciendo amén. Yo solo le añado fantasía y simbología para que nadie se sienta aludido.

Hay, por supuesto, un poco de la lucha primigenia entre el bien y el mal. Queda en manos del lector decidir quién representa a cada extremo.

 

La política española y sus altibajos está como telón de fondo en esta novela. ¿Es para ti la novela negra, entonces, más que diversión (como muchos piensan que es) una incisiva mirada en el lado oscuro de nuestras sociedades, en este caso de la realidad de tu país, España?

La novela negra puede emplearse hasta para hacer filosofía o especular sobre el futuro. Se ha utilizado mucho como crítica y como disección de una sociedad, pudiendo entrar en círculos a los que la gente normal no suele descender ni ascender. Es típica la escena del policía que recorre los barrios marginales o que utiliza su placa para entrar en los salones de clubes para millonarios y los reductos secretos del ejército, por ejemplo. Desde este punto de vista, más que un género, es una herramienta.

En España, lo ocurrido antes de la transición quedó perdonado, y lo que vino después resulta increíble. Pero solo puedes criticarlo si responde por ti un grupo de poder. Lo mejor es escribir ficción, y mejor cuando menos parecida a la realidad. Por un chiste te pueden meter preso.

 

Vives en Panamá hace un tiempo, una sociedad violenta, aunque muchos lo nieguen, y eso impone una pregunta: el escritor negro que has demostrado ser en tus obras anteriores, ¿en qué sentido se ha transformado conociendo esa otra violencia, la latinoamericana, bastante lejos en muchos sentidos de la violencia europea?

En un radio de doscientos metros de mi casa ha habido robos, secuestros, asesinatos. He escuchado las balas desde el salón. A varios amigos les han disparado (balas perdidas, delincuentes y quienes se supone que no lo son). El bar al que suelo ir ha sido atracado varias veces pistola en mano. Yo fui raptado (solo me quitaron lo que llevaba encima) y también muchos conocidos. A una alumna mía la violó el taxista; a un alumno de mi tutoría lo secuestraron al salir de clase. Y lo del Gobierno no tiene nombre. Ni lo de muchas empresas extranjeras que llegan con intención de estafar y saltarse las leyes, aunque algunas acaban trasquiladas: no es fácil robar a profesionales.

En Panamá, con cuatro millones y poco de habitantes y tres de turistas, hay unos quinientos homicidios al año. En España, con algo más de treinta y siete millones, y ochenta y tres millones de turistas, hay trescientos. Comparemos.

He visto violencia, me ha tocado, le ha tocado a mi calle, a mi barrio, al bar donde suelo ir, a la empresa en la que trabajaba, a mucha gente que conozco, mucha más violencia de la que he visto en España. Sin embargo, en el Índice de Paz Global, en 2019 Panamá estaba en el lugar 47 de los 163 países evaluados y, España, el 32.

En cualquier caso, hay que saber por dónde caminas, y a qué hora. Por lo general, la sensación es de seguridad, la gente no tiene miedo. Si no te metes en cosas raras, te pueden robar alguna vez, quizá raptar, pero ni siquiera será algo frecuente. Ir como turista resulta bastante seguro.

 

Siguiendo ese camino, ¿qué puntos de contacto existen entre la historia de Revelación y, por ejemplo, las historias del libro de relatos criminales Tumbamuerto, publicada en la colección La Orilla Negra de Ediciones del Serbal, que dirige otro autor de Ilíada Ediciones, el reconocido escritor de novela negra José Luis Muñoz?

No hay puntos de contacto. Tumbamuerto nace de la violencia de la selva, natural y ecológica, sin aditivos, y de la prepotencia de los extranjeros con dinero.

En Panamá, si levantas la voz o dices una palabra sucia (o lo que se entienda por tal, que a veces no lo es) dejas de tener razón en las discusiones, eres un grosero, un apestado social. He conocido aquí mucha gente más amable que la persona más amable de mi tierra. Pero, al igual que la sonrisa está a flor de piel, también lo está el crimen.

Revelación es mucho más europeo, tiene que ver con el corporativismo, la mentira encubierta a gran nivel, la gran estructura, la maquinaria del poder.

En cuanto a José Luis Muñoz, tengo mucho que agradecerle. Es un grande, un escritor magnífico.

 

Una de las cosas más curiosas en la novela es el cuestionamiento que sobre ciertas realidades marginales y delictivas hacen tanto los investigadores como la prensa. Hay entre ellos un juego de fuerzas interesante, pocas veces abordado en la novela negra española. ¿Simple invención o reflejo de la realidad?

Ahí sí que no he tenido que inventar nada. Los casos son constantes. Las cloacas del Estado no dejan de verter ejemplos.

Hay quien dice que la prensa tiene dueño, y que hasta la independencia informativa lo tiene, y también que, cuando cambia el partido en el poder, el punto de vista de la realidad pública española varía con él. Pero, claro, yo no digo eso porque no estoy vacunado contra las denuncias.

 

 Pregunta gastada, pero siempre necesaria para los lectores. ¿En qué nuevo proyecto anda ahora mismo Álvaro Valderas? 

Estoy acabando un libro de cuentos y a mitad de año me dedicaré, con un amigo, a un libro de investigación: la edición en español, con su estudio, de la primera novela canalera, escrita por un policía de la Zona del Canal, durante la construcción de este.