Disfruto mucho leyendo a los escritores inteligentes


Sobre la novela Mediterráneo, el escritor cubano Amir Valle dice en la nota de contraportada que «más que una hermosa y subyugante novela de amor, es un cántico a la tolerancia universal, una llamada de atención a la imperiosa necesidad actual de luchar contra todas las diferencias absurdas que dividen a los seres humanos, para que, recurriendo al lenguaje más universal que poseen esos que se hacen llamar «especie superior»: el amor, se derrumben los muros de las barreras culturales, las intolerancias raciales, sexuales, ideológicas y de otras índoles, los prejuicios impuestos por la sociedad moderna y la voracidad egoísta y destructora de quienes habitan esas sociedades. Galina Álvarez, apelando a una historia en apariencia simple (la complicada relación pasional entre dos individuos de culturas distintas y distantes) ha escrito una novela sólida, reflexiva y apasionante, como toda gran novela».

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En Mediterráneo se produce un no poco traumático encuentro entre dos culturas (la rusa y la cubana), en el escenario de otra cultura (la española mediterránea, pero en ámbitos que están muy in fluidos territorial y espiritualmente por otras dos culturas: la valenciana y la catalana). ¿Por qué entonces nombrar a esta novela precisamente Mediterráneo?

El Mediterráneo ha sido siempre un punto de encuentro de diferentes culturas. En esta novela, el Mediterráneo también sirve de escenario a una conmovedora  historia  de amor. La trama de esta novela comienza en un pueblo pequeño del norte de Rusia. un lugar olvidado por Dios y por los gobernantes locales, un sitio que arrastra numerosas secuelas de los cambios ocurridos tras el derrumbe del sistema socialista. La protagonista, una mujer de cuarenta años que vive en este pueblo, lleva una vida triste  y sin ilusión. El destino quiere que viaje a Turquía. Allí conoce lugares nuevos y hermosos, diferentes del entorno donde ha habitado siempre, y se enamora del mar y del ambiente meridional. Posteriormente, un golpe de suerte la lleva al Levante Español, donde se encuentra con un amigo que conoce de la Red. El Mediterráneo está presente durante toda la narración, desde el primer capítulo hasta la última página. Es también un protagonista de la historia, y es natural que la novela se titule así.

 

Quienes conocen tus orígenes rusos, tu matrimonio con un cubano, tu vida actual en la zona donde transcurre esta novela seguro pensará que hay mucho de ti en esta trama. ¿Hasta dónde se trata de tu experiencia o tal vez de la recreación de un caso conocido?

Todo lo que ocurre en la novela es ficción, no conozco ningún caso verídico que se parezca a este. Otra cosa son los escenarios de la trama. Casi todos son reales. El ambiente estudiantil en Moscú es bastante real; sobre todo entre los estudiantes cubanos, que conozco bien gracias haber vivido todo eso a través de mi esposo. Estudiamos en la misma escuela moscovita. El campamento estudiantil está descrito tal y como era; fue bastante famoso en su tiempo entre los estudiantes, y yo personalmente estuve allí tres veces. El ambiente cultural moscovita de los años 80, la época de la perestroika y de los famosos años 90, el trabajo en el CAME, la Rusia actual, todo eso lo conozco muy bien, tanto por experiencia personal, como por lo que me cuentan mis amigos y familiares. Yo misma trabajé en el CAME durante cuatro años y medio, desde 1986 hasta 1990, y viví todo aquello en persona.

También conozco bien a Cuba, pues viví allí durante 22 años, antes de abandonarla para ir a Suecia. También estuve en Turquía, donde ocurre una pequeña parte de la historia. Actualmente vivo en el Levante español, y la trama principal de la novela se desarrolla en una pequeña ciudad que es una copia de la mía. Incluso el barrio donde vive el protagonista Enrique es el barrio donde vivimos, y su casa es nuestra casa. ¡Los tomé prestados! La tertulia literaria a la que asiste el protagonista está inspirada en la tertulia literaria de la cual soy miembro.

Las vidas de dos personajes, Vicente y su mujer, sí están inspiradas, hasta cierto punto, en mí y mi esposo. Pero el papel de esta pareja en la novela es mínimo. Sin embargo, los personajes principales, e incluso los episódicos de mayor peso en la trama, son inventados y sus historias, totalmente ficticias.

 

Con su primera novela.

Aunque en breves capítulos de la novela, hay una mirada muy crítica a la depauperación general, pero específicamente moral, de la sociedad en tu país natal. Ello indica que eres de esos autores que consideran que la literatura no es puro divertimento, sino que tiene también un papel en la interpretación crítica de nuestras sociedades. ¿Qué te animó a colar un asunto tan controvertido como una parte esencial del conflicto de tu personaje principal?

Nunca me ha gustado la literatura de puro divertimiento, salvo cuando era una niña. En los libros que leo busco algo más. Sobre todo ahora, a mis años. Disfruto mucho leyendo a los escritores inteligentes, a aquellos que tienen mucho que decir y nos cuentan episodios de la historia mundial a través de su propia óptica, exponiendo la realidad a través de sus perspectivas filosóficas.

Como escritora, yo no podría contar simplemente una historia de amor, sin vincularla a un escenario histórico; me parecería demasiado superficial. Mi protagonista femenina, Larisa, es rusa, de la Rusia de hoy, un país que ha sufrido una conmoción social de gigantescas proporciones y que, por extraño que parezca, es desconocido para la mayoría de las personas en el mundo actual. Se conoce solamente lo poco que se escribe en la prensa, que muchas veces no es nada objetiva. La gente tiene una imagen de Rusia ―tanto de la Rusia socialista, como de la actual y de los años de la perestroika― que no se corresponde en lo  más mínimo con la realidad. Claro que esta depende mucho del punto de vista de quien la mira; incluso los ciudadanos del país la ven de forma diferente.

En esta novela yo intento ofrecer múltiples enfoques de esta realidad, mostrar las perspectivas de personas pertenecientes a las diferentes capas sociales.

Como he dicho en la novela, los años noventa marcaron a Rusia con hierro candente; el país sufrió la mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. Lo peor del capitalismo salvaje llegó de occidente y se plantó en la sociedad. En este ambiente de derrumbe y pobreza total para la mayoría de la gente, brotaron muchos fenómenos detestables, como la droga, la prostitución, la mafia y la criminalidad en general. Tras leer la novela se comprenderá  por qué la gente mayor no podía aceptar esta “nueva” sociedad.

Larisa salió de una de las capas más vulnerables de la población, y con su ayuda yo trato de mostrar las dificultades que tuvo el pueblo para adaptarse al capitalismo, después de su vida de antes: muy modesta, pero bastante segura económica y socialmente.

He vivido 48 años fuera de mi país de origen; pero siempre he mantenido vivo mi interés por el destino de mi patria. Quisiera que la gente conozca un poco más a Rusia y entienda mejor todo lo ocurrido allí tras el derrumbe de la URSS.

 

Es curioso que la imperiosa necesidad de escapar, de huir de asuntos y realidades nada agradables en sus países de origen, sea el eslabón que más sólidamente une a estos personajes: ambos buscan el refugio del amor final, definitivo, esa isla paradisíaca donde ser ellos mismos, por primera vez. Me gustaría que, sin contar la trama a un hipotético lector, presentaras a tus dos personajes.

El personaje principal masculino, Enrique, es un hombre de sesenta años, divorciado, nacido en Cuba y residente en España desde hace tres décadas. En su momento dejó su país por no soportar la falta de libertad y las privaciones económicas. Tras una vida sentimental bastante turbulenta, se ha quedado solo y le entran deseos de encontrar una compañera.

Larisa es rusa; bastante más joven que él. Son personas que pertenecen a mundos diferentes, en cuanto al nivel cultural y la trayectoria  vital. Cada uno arrastra sus propios fracasos y tiene sus secretos bien guardados. Sin embargo, hay algo que los une: su soledad y su vinculación con Rusia. Larisa también quiere cambiar su vida y busca una salida a su desesperanza. ¿Cuál será el resultado de este encuentro? El final de la novela nos ofrece la respuesta.

 

Con su esposo, el cuentista y novelista cubano Antonio Álvarez Gil.

Cuentos, narraciones para niños, y dos novelas… ¿Podrías resumir cuándo comenzó y cuál ha sido tu camino en la literatura y, quizás más curioso para nuestros lectores, cómo es convivir como escritora con un grande de las letras cubanas, tu esposo, el narrador Antonio Álvarez Gil?

Empecé a escribir tras jubilarme y asentarme en España. A decir verdad, siempre me ha gustado expresarme por escrito. Creo que tal vez, si hubiese tenido la suerte de vivir en un país de mi ámbito lingüístico, hace tiempo que habría empezado a escribir ficción, y más con la “envidia” que siempre le he tenido a mi esposo, que es un escritor consagrado. Pero, desgraciadamente, he tenido limitaciones lingüísticas. Pero los años no pasan por gusto; llevo casi cincuenta usando el español diariamente y lo he llegado a dominar bastante bien. Así que me atreví y empecé escribir en un idioma que no es materno para mí. Al principio, me preguntaba con frecuencia si debía hacerlo o no. Pero después pensé que no soy la única. En la historia de la literatura ha habido varios casos de escritores que usaron en sus escritos un idioma que no era su lengua materna, pese a ello, llegaron a ser muy famosos. Si pudieron hacerlo Nabokov, Conrad o Kundera, también yo podría intentarlo. Siempre me he trazado metas altas.

También me inspiró el hecho de haber empezado a asistir a la Tertulia Literaria de Guardamar del Segura. Al mismo tiempo,  me han ayudado  los cursos sobre escritura creativa que he pasado. Empecé con cuentos para niños y saqué un libro. El hecho de ganar un premio de la editorial por este libro me dio alas. Así que seguí escribiendo, en este caso, cuentos para personas adultas: y publiqué dos libros más. Posteriormente me lancé a una novela corta. Fue mi cuarto libro. Y aquí estoy con el quinto, una novela moderadamente extensa. La escribí en un suspiro, en dos meses. Pero pasé otros varios trabajando con el texto. Siempre lo hago: corrijo y vuelvo a corregir. Después lo dejo reposar y lo arreglo otra vez. Así puedo seguir hasta la eternidad. Es la parte del trabajo que más placer me produce.

Durante los años que he convivido con mi esposo, he aprendido mucho de él. Siempre he sido su lectora cero y su primera crítica. Hemos pasado años hablando de  literatura, de la buena prosa, la estructura y los trucos para crear una buena trama. Esto ha sido muy positivo en mi desarrollo como escritora.

Pero ahora viene la parte negativa. Seguramente algunos piensan que mi esposo me ayuda mucho en lo que escribo. Y no es cierto. Quizás al principio. Pero ahora apenas lee mis cosas; nunca tiene tiempo, ocupado siempre con lo suyo. Sin embargo, yo todavía sigo siendo su lectora cero, jaja.