Sé que tus lectores, querido Alberto Garrido, se preguntarán qué te impulsó, siendo uno de los escritores más reconocidos de las actuales letras cubanas, a incursionar en la literatura de tema cristiano, un terreno considerado por muchos, para decirlo en palabras de un crítico y filósofo español, «el estercolero de los libros de autoayuda».
No leo libros de autoayuda. Realmente suelen ser un estercolero. Así que Dios me libre de escribir ese tipo de textos. Porque no creo que la vida de alguien, en ningún aspecto, se resuma a cumplir siete pasos de algo: ese conductismo barato que engaña a muchos. Por eso mismo sostengo que la pelea entre calvinistas y arminianos por los cinco credos es inútil, ya que nunca deberíamos resumir una doctrina tan grande como la salvación en cinco puntos.
Así que, mi primera aclaración, es que La verdadera batalla del creyente NO ES un libro de autoayuda. Es un ensayo sobre un tema maltratado por la cristiandad contemporánea, tanto por la llamada nueva ola neocarismática: la llamada “guerra espiritual”, como por las corrientes cesacionistas que niegan la realidad y actualidad de esta batalla y la sepultan en el siglo primero, en las páginas del Nuevo Testamento. Son dos extremos peligrosos y antibíblicos.
Nací en la fe en un ambiente muy carismático y sé muy bien de lo que hablo: de lo real y lo fantástico, de lo espiritual y de los excesos emocionalistas y carnales, de los mercaderes del Espíritu y de la verdadera guerra que libramos todos los creyentes. Mi ensayo es un libro sobre Cristo, quien venció los poderes enemigos, para que en Él seamos más que vencedores. Muchos creyentes viven con miedo de estar bajo maldición, de ser poseídos, de perderse, cuando Cristo nos ha pasado de muerte de maldición a bendición, de muerte a vida, de enemigos a hijos, para siempre.
En la mayoría de tus libros anteriores se habla del amor, de las libertades, de las frustraciones, de los muros que se levantan ante la vida, en esas coyunturas existenciales universales, mayormente traumáticas, que en el caso cubano adquieren matices bien diferenciados y tipificadores de nuestra esencia, eso que algunos llaman «cubanidad». Cuéntales a tus lectores de qué habla La verdadera batalla del creyente.
Echa un vistazo sobre el mundo: vemos un universo caído, una creación que gime de dolor, una enfermedad más mortal que el cáncer en las relaciones humanas: feminicidios, abortos, codicias, guerras, odios ateos y religiosos, familias destrozadas, muertes. Todo es triste. Y doblan las campanas.
La verdadera batalla del creyente habla de cómo prepararnos para vivir en el mundo, para vencer al diablo, al mundo y a nuestra carne, que es nuestro peor enemigo.
Esa tensión entre lo que deseamos (que son deseos pobres, comparados con el torrente de Sus delicias) es una pelea desde que nacemos de nuevo hasta que caigamos en brazos de Cristo. Estudiamos a los tres grandes enemigos (Satanás, nuestra carne, el mundo). Y vemos las herramientas que Dios nos da para estar firmes y levantar la bandera de victoria aun en territorio enemigo. También analizamos los mitos y verdades de la guerra espiritual. Será un libro muy polémico porque mi intención es destruir todos los mitos y falsedades que han convertido a algunas iglesias en circos, y centrarnos en lo que la Biblia dice sobre nuestra batalla espiritual y cómo ser verdaderamente victoriosos. Solo en Su luz veremos la luz, y tenemos la palabra profética más segura, en la que haremos bien en andar. Mi tesis es que sí hay una verdadera batalla espiritual y que, si dependemos de Jesús y de Su Palabra solamente, seremos más que vencedores. Si Cristo vino realmente, murió realmente y resucitó realmente (y las evidencias históricas de las tres cosas son abrumadoras) entonces el mayor error del ser humano será no confiar en Él.
Mi experiencia en República Dominicana y especialmente en Cuba como misionero fue crucial: nos enfrentamos a la oposición de un gobierno ateo que destruyó nuestros edificios pero no pudo destruir a la verdadera iglesia: hombres y mujeres nacidos de nuevo por la sangre del Cordero. Nos enfrentamos a poderes satánicos de hechicería, brujería y espiritismo. Nos enfrentamos a poderes religiosos de tradicionalismo y legalismo que destruyen el gozo de los verdaderos creyentes, su libertad y el poder de la gracia. Nos enfrentamos a liderazgos corruptos en lo político y a celebridades evangélicas que vendieron su primogenitura por un plato de lentejas. Sabemos de lo que hablamos. No somos teólogos de biblioteca, sino soldados, guerreros en la primera línea de batalla, embajadores del reino de Dios. Y sujetamos toda nuestra experiencia a la luz de la Palabra.
Siguiendo en el terreno de la fe, hace poco, tras el paso del huracán Irma por la isla, una de las cubanas afectadas, entre lágrimas, dijo con mucha seguridad que lo que venía sucediendo en Cuba en las últimas décadas se debía a que los cubanos le habían dado la espalda a Dios. ¿Crees que Cuba, que los cubanos, le han dado la espalda a Dios?
Creo que en 1959 se le dio la espalda a Dios y sentaron a un ídolo en el trono que debió ocupar siempre el Señor. Desde 1993, más o menos, las espaldas empezaron a dejar sus idolatrías políticas y comenzaron a volverse a Dios. El marxismo dejó de ser el opio del pueblo cubano y comenzó un avivamiento: tú y yo somos parte de ese avivamiento, que está tocando no solo a las personas más humildes (Dios siempre visita primero a los pastores, a Ana y a Simeón), sino también a intelectuales, escritores, artistas, e incluso a centuriones y a la misma casa del César. Son miles las conversiones diarias a lo largo de todo el país. Hay muchos cubanos de espaldas a Dios, y muchos volviéndose a Él.
El huracán Irma es una desgracia para todos, como lo fue Ike o el Flora. Como lo ha sido el terrible terremoto de México. Todos lloramos, todos perdemos. Pero los hijos de Dios tenemos una Roca inconmovible en medio de las aflicciones. Aunque se estremezcan los montes y sean echados al mar, sabemos que Dios controla todos los eventos, incluso las catástrofes, y que nos ayudará en medio de las tribulaciones. Ni siquiera la muerte puede separarnos del gozo de una eternidad con Él.
Dios ha enviado profetas en todos los tiempos. El mundo los ha visto como aguafiestas, estorbadores y fanáticos, mientras proclama que Dios ha muerto. Mediante enfermedades y aflicciones, mediante cataclismos y tribulaciones, los ha llamado a volverse de sus malos caminos. Mediante el consejo de amigos, mediante Facebook y Twitter. Pero han sido ciegos y sordos al llamado.
Y a pesar de esto, su misericordia salva los corazones arrepentidos y les muestra su amor eterno. Ciertamente Dios usa las aflicciones para que nuestros corazones endurecidos se vuelvan a Él. Y la creación entera gime porque hemos sido malos administradores del huerto que Dios nos dio para que lo cuidásemos y labrásemos. Sin dudas, la perdición de un hombre depende únicamente de él mismo, y su salvación depende únicamente de Dios.
Creo que ya podemos anunciar que pronto publicarás otro libro, también de tema cristiano. Aquí se imponen, entonces, dos preguntas, con dos respuestas: ¿sigue Alberto Garrido escribiendo literatura no cristiana y, de ser así, cuál ha sido tu más reciente libro?… y… ¿podrías resumir de qué te ocupas en ese nuevo libro cristiano?
Tengo un libro de cuentos con tema fantástico: “Todas las hambres”. Nuevas invenciones a lo Lovecraft o Poe o Garrido, no sé. Pero le falta tiempo, así que paciencia… Y una novela sobre las crisis de fe, que comenzaré a rescribir pronto: “La fe y los condenados”.
Y estoy en los pasos finales para poder publicar mi nuevo ensayo: La gloria de la cruz. Me entristece ver tanta televisión cristiana hablando solo de dinero, bienestar material y negocios. Me entristece ver a tantos apóstoles de la prosperidad y no de Jesús, y a tantos seguidores que quieren ser engañados. Eso siempre me hace recordar el día en que Jesús echó fuera a los mercaderes del templo.
El tema fundamental de la Biblia es Jesucristo: su persona, su obra, su gloria, sus promesas. Desde Génesis hasta Apocalipsis, su muerte y su resurrección son señaladas como los eventos más gloriosos de la historia del hombre, porque manifiestan el amor de Dios, su control sobre la historia y la redención de los perdidos. Es el tema que le da sentido a nuestra existencia, que le da respuesta a las grandes preguntas de debate filosófico: ¿quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos?: Jesucristo. Debería ser siempre el tema de nuestras prédicas y de nuestros cánticos. Y es el tema de mi nuevo libro.
Mi experiencia ha sido que cada pasaje de la Escritura me ha llevado a Sus pies en arrepentimiento, devoción, gratitud, fe, amor y esperanza. No merezco haber escrito este libro. Estoy experimentando un renacer espiritual, después de algunas devastaciones personales. Y espero que esa misma experiencia la tengan mis lectores. Mi deseo es que al final nadie diga: Qué buen libro es este, sino que puedan decir: Qué gran Salvador es Cristo.