MILIA GAYOSO MANZUR (Paraguay, 1962). Escritora y periodista. A partir de la publicación en 1990 de su primer libro Ronda en las olas ha publicado numerosas obras en los géneros de cuento, novela y literatura infantil y juvenil. Algunos de sus títulos más recientes son Micro-relatos para Julietta y tres historias de amor (2010), Donde el río me lleve (novela, 2012), Horchata para el mal de amor (relatos juveniles, 2014), En el parque de Gaudí (novela, 2015), Cuentos para leer en el recreo (literatura infantil, 2016), “Upe Kunu’ū” Relatos de amor maduro (2017), Martín de los mangos y otros cuentos (literatura infantil, 2018) y Malva en flor (novela, 2019). Desde 1996 al 2020, trabajó como periodista en el diario paraguayo La Nación de Asunción.
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Si tuviera que explicar a un potencial lector qué encontrará en su libro “Gorriones bajo la lluvia”, ¿qué le diría?
Este libro se compone de un compendio de relatos que abordan temas, quizás triviales para quienes gustan de una literatura más “profunda” como las historias que narran hechos políticos, temas relacionados al narcotráfico, al terrorismo, sexo o crímenes, entre otros. “Gorriones…” entrega pequeñas historias de supervivencia, cotidianas, el día a día de seres que para muchos, pasan inadvertidos, pero que sin embargo tienen una vida llena de pequeñas o grandes alegrías o tristezas.
Varios de los relatos abordan temas sociales, como el que le da título al libro. En Paraguay, la marginalidad en la que vive la población indígena es alarmante y muy actual. Los pueblos originarios fueron despojados de sus tierras, y una enorme cantidad llega a las ciudades buscando sobrevivir. Muchos vagan por las calles con sus hijos a cuestas, y son los pequeños quienes se paran en los semáforos a pedir dinero o comida. Asimismo, es preocupante la alta tasa de embarazos infanto-juveniles de las niñas indígenas, que arrastran a sus bebés al asfalto hirviente de Asunción y ciudades aledañas.
En el relato “La casa amarilla”, centro la historia en el abuso a que son sometidas las niñas denominadas “criaditas”, en mi país. Una práctica que se inició en la colonia y continúa hasta hoy. Las familias humildes entregan a sus hijas a familias pudientes, para que realicen servicios domésticos a cambio de educación y comida. Sin embargo, en un altísimo porcentaje, estas pequeñas son abusadas física y emocionalmente por sus patrones.
Hay en sus historias una insistencia en los traumas más insignificantes de la cotidianidad. ¿Por qué esos temas? En momentos de este tremebundismo universal que vivimos, ¿no teme que consideren su literatura “intrascendente”?
Existen muchos escritores fantásticos que escriben sobre los grandes temas mundiales. Yo elijo hacerlo sobre aquellos que pueden parecer “intrascendentes”, pero que sin embargo son la esencia misma de la vida. Por ejemplo, escribo mucho sobre las adopciones. Es un tema tan actual, tan lacerante en muchos casos, y bello, en otros. Hasta hace pocos años, «adoptar» un niño recién nacido en Paraguay era de una sencillez asombrosa. Una pareja contactaba con una joven que no deseaba criar a su hijo y simplemente lo anotaba en el Registro Civil como propio. Hay una famosa actriz de Hollywood casada con un director de cine que tiene un hijo paraguayo. Por la edad del muchacho, uno deduce que no les habrá resultado nada difícil viajar hasta acá y llevarse a la criatura. Se ha comprobado que no todos los casos de adopción han tenido finales felices. Recién hace pocos años se legisló sobre este tema y existe un protocolo para adoptar un niño.
También en sus cuentos la voz de la mujer, sus conflictos y ella misma como personaje aparecen con un protagonismo destacado, pero curiosamente resaltando ese lado femenino, manso, e incluso derrotista y débil que tanto critican los discursos emancipadores de la mujer. Pero a la vez, hay una rebeldía latente en todas esas protagonistas… ¿Qué te propusiste lograr con este enfoque, en verdad muy apartado de lo que algunos críticos literarios han llamado “guerrerismo feminista”, que caracteriza a otras narradoras latinoamericanas?
Lo que escribo y como lo hago, quizás tenga mucho que ver con mi mirada hacia el feminismo o lo femenino. No creo que mis protagonistas sean de una característica derrotista, bueno, quizás una o dos de las que pueblan este libro. En general, mis “mujeres” son fuertes, luchadoras pero llenas de ternura, solidarias, emprendoras, capaces de reinventarse y continuar el camino, pero sin llevarse por delante a los hombres. Yo creo en la igualdad hombre-mujer, pero con respeto. No va conmigo aquello de menospreciar al hombre para sentir que valgo igual. Y así son mis personajes, aunque sufran un poco por ello. Esto hay que entenderlo desde el lado histórico de Paraguay. La Guerra de la Triple Alianza diezmó el país de hombres, y fueron las mujeres quienes lo levantaron desde el cimiento. La mujer paraguaya en general es sufrida de manera ancestral, y si bien existe toda una generación de jóvenes que ya tienen otra manera de enfrentar la vida, aún está muy arraigada lo sumiso en mujeres de mi generación.
A esta guerra, se le sumó la del Chaco, que volvió a aniquilar a una enorme población masculina, y de nuevo fue la mujer quien puso el cuerpo para sacar adelante a su familia y su patria.
Volviendo a una de las preguntas, no todo lo que escribo puede parecer tan nimio, también he publicado una novela sobre trata de personas, que me llevó dos años de investigación. Pero lo reconozco, lo mío es bucear en el interior de las personas y darles voz.
Háblale a los lectores de tus orígenes literarios, de la promoción de escritores a la cual perteneces, de tus maestros, de tus géneros preferidos…
Nací en un pueblo verde y plata, Villa Hayes, ubicado a la vera del río Paraguay, en el Bajo Chaco. Tuve una infancia feliz, rodeada de agua y montes, y fue allí donde empecé a crear historias orales que compartía con mis amigos.
A los nueve años, mi madre que había emigrado a Buenos Aires para trabajar, me llevó con ella, provocando en mi una ruptura dolorosa que logré sanar escribiendo. Continué mis estudios primarios en un colegio de la capital argentina. Fue en ese primer año allá, estaba en tercer grado, que escribí mi primer texto cuando la maestra pidió una redacción escolar, con tema libre. Yo había dejado en mi pueblo, a mis abuelos, mi río, mis amigos y mis mascotas. Entonces le escribí un texto a mi pollito.
Aquello fue el inicio de un constante empuje de mis maestras a mi pequeña labor de narradora. Cuando llegué al sexto grado, Martha Rodriguez de Diaz, fue mi gran inspiración, mi gran maestra. Ella guió mis lecturas, corrigió mis escritos y me alentó a continuar creciendo. De su mano conocí a autores que marcaron mi vida para siempre, como José Mauro de Vasconcellos, Antonio Machado, Rubén Darío, Amado Nervo, Juana de Ibarbouru, Alfonsina Storni, Leopoldo Lugones, Emilio Salgari y Federico García Lorca, entre otros.
A los quince años volví a Paraguay, y continué escribiendo. Publiqué mis primeros cuentos y relatos en el Diario Hoy, de Asunción, donde me desempeñaba como periodista free lance. En 1990, junté varios de estos escritos que fueron publicados en el libro Ronda en las olas.
Si bien mi primeros textos fueron una aproximación a la poesía, la narrativa breve (relatos y cuentos) es el vehículo que elegí para expresarme. La brevedad es mi manera de decir las cosas, incluso en mis novelas.
Pertenezco a la generación del 90, cuando numerosas escritoras comenzaron a publicar sus obras, tanto en poesía como narrativa. Es ya una generación post dictadura, con mayor libertad para publicar sobre diversos temas.
¿Por qué crees que, salvo la excepción del maestro Roa Bastos, apenas se hable internacionalmente de la literatura paraguaya?
Por alguna razón inexplicable, o sí, al escritor paraguayo, excepto Roa y Robin Wood, le cuesta todavía traspasar las fronteras. A don Augusto le ayudó el exilio, además de su maravillosa producción. Roa vivió muchos años en Buenos Aires que, como sabrán, es una ciudad que bulle de vida cultural. Le tocó vivir allá durante una época donde también estaban exiliados numeroso artistas e intelectuales paraguayos, y juntos conformaron una comunidad que se unió para crear obras fantásticas. Viviendo allá, Roa publicó libros y escribió numerosos guiones para películas renombradas. Cuando pasó a vivir a Europa, ya era un escritor reconocido y admirado.
Por su parte, Robin Wood, que no sólo es un gran guionista, sino un enorme escritor es muy reconocido en el mundo del comic. Viajó también a Buenos Aires (sin un moneda en el bolsillo), luego de realizar trabajos para sobrevivir, consiguió ingresar a una de las grandes editoriales argentinas y brilló con sus creaciones como “Nippur de Lagash”, “Mi novia y yo”, y numerosas historietas que vendió millones de ejemplares. Años después se instaló en Dinamarca y continuó creando durante muchos años. Actualmente vive en Paraguay.
Sirva este preámbulo para decir, que para el escritor paraguayo no es sencillo darse a conocer desde acá. La estrategia de los últimos años es participar de las ferias de libros que se realizan en las grandes capitales del mundo para buscar un lugar en medio de la literatura universal y tratar de vender las obras.
¿En qué sentido la periodista que eres influye en la escritora?
Pienso que ambas carreras han influido en la otra. Del periodismo aprendí la síntesis, la brevedad, el saber decir en pocas líneas, el aprender a escuchar a los demás, a observar, a tomar nota mental de imágenes, voces, paisajes… para luego trasladarlo a la narración. En contrapartida, de la literatura tomé lo poético para numerosos artículos publicados durante estos largos años.
Has dicho en las redes sociales que Ilíada es algo así como una puerta abierta en Europa… ¿Es tan difícil encontrar esas puertas abiertas fuera de Paraguay?
Sí, así es. quizás para quienes viven en Europa parece extraño leer que para un escritor paraguayo es algo maravilloso ver su obra publicada por una editorial europea. Eso ocurre porque no dimensionan lo difícil que es conseguirlo sin tener que pagar la edición. Hace años, yo podía haber buscado una editorial de algún país europeo para editar un libro y pagar el costo. Y luego diría: ya está, mirá, publiqué en España, Francia o Alemania… Pero, ¿dónde estaría el mérito en ese caso?
Tengo algunos cuentos en antologías editadas en España (Lengua de Trapo y Páginas de Espuma), Francia (Agnes Poirier) e Italia (Gabriela Dionisi); pero eso es apenas un pasito al otro lado del Atlántico.
Muchos colegas han logrado que importantes editoriales les publiquen algunos libros, pero nadie aún ha podido trascender a la medida de Roa.
¿Qué escribes actualmente?
En febrero comencé a escribir una novela de amor-desamor (Me iré llorando hacia el sur), lo dejé durante algunos meses y ahora estoy en plena continuación. Además, estoy escribiendo cuentos para adolescentes y empecé un nuevo libro infantil que con seguridad acabaré mucho antes que la novela.
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